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Presentación

  • : El blog de Sergio Esteban Vélez
  • : En este sitio, la cultura es protagonista. Se puede apreciar lo mejor del arte y de la literatura colombiana, a través de entrevistas a sus mayores representantes y de más de un centenar de artículos sobre el trabajo de los mismos. También hay un espacio para la Historia, la Política y la Lingüística, además de una compilación de la obra poética que el autor ha desarrollado desde su niñez, cuando ya publicaba libros y era admirado en su país como "el Niño Poeta".
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El color según los maestros

Guerra, Padura y Manet

10 agosto 2015 1 10 /08 /agosto /2015 15:07

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

El Mundo, 18 de abril de 2012

 

Hasta la semana pasada, estuve resignado a la idea de nunca haber podido ver en persona ni escuchar en vivo a Charles Aznavour, esa leyenda insoslayable de la canción francesa de los últimos 60 años, apenas comparable con Edith Piaf. Por eso, cuando leí en la prensa que Aznavour se presentaría en Montreal y que había todavía boletas disponibles, no dudé ni un instante en aprovechar tan inusitada y milagrosa oportunidad. Dada la edad avanzada del artista (cumplirá 88 años el 22 de mayo), acudí a su concierto a la espera de colmar el vacío de la experiencia de haberlo visto en escena, pero sin muchas expectativas en cuanto a la calidad vocal ni al vigor vital del venerable bisabuelo, quien, dato poco conocido, es, por lo demás, desde hace algunos años, el embajador oficial en Suiza de la República de Armenia.

El nombre escogido por Aznavour para esta serie de presentaciones, "En toda intimidad", contribuía también a sugerir que habría poco canto y muchas anécdotas de su apoteósica carrera, algo apenas razonable dado que el cuasinonagenario habría de presentar el espectáculo durante cinco noches seguidas. Era también previsible que el gran cantante del amor en París estuviera poco en el escenario y que la mayor parte del show musical corriera por cuenta de jóvenes "teloneros" o artistas de apoyo.

La Maison Symphonique de Montreal, la sofisticada y magnífica nueva sala de la Orquesta Sinfónica de la ciudad, estaba repleta de gente de todas las edades. Desde adolescentes románticas, hasta señoras y señores de la misma generación del ídolo, todos ansiosos por escuchar las canciones llenas de poesía con las que se enamoraron algún día.

Ya sobre las tablas, sin haber mediado presentación de "telonero" alguno, Aznavour, como yo había presentido, comenzó a romper el hielo con comentarios divertidos. Una de las primeras cosas que advirtió fue que a su edad podía cansarse fácilmente, por lo cual una silla negra, que en otros tiempos había mantenido al fondo de la escena, se encontraba ahora justo a su lado.

¿Y se imaginan cuál fue el destino de la pequeña silla durante el concierto? Aznavour la ignoró por completo y no se posó sobre ella durante más de media canción. De pie, durante dos horas y diez minutos ininterrumpidos, el octogenario prodigio cantó y siguió la coreografía con casi tanta energía como en sus mejores tiempos. Y si uno cerraba los ojos, era imposible darse cuenta de la verdadera edad del artista. ¿Cómo es posible, además, que aquella voz pareciera la de alguien tres decenios más joven, cuando, hasta los 47 años de edad, Aznavour fumó diariamente tres paquetes de cigarrillos? ¿Y qué tal si pensamos, como habíamos mencionado, en que el célebre cantante debería repetir la proeza durante cuatro noches consecutivas adicionales? ¿Y si tenemos en cuenta que anualmente está ofreciendo unos 50 conciertos alrededor del mundo? "Eso sólo quiere decir que ya estoy viejo", respondería seguramente Aznavour, quien antes se presentaba en los escenarios hasta 250 veces en el año. "Pero, por supuesto, esto no durará mucho. ¡Cómo extrañaré este oficio!", declaró, hace unos días, al periódico La Presse.

"Comenzaré cantando las canciones nuevas, seguiré con las de ayer; más tarde, las de antier, y, por último, con las de trasantier, con las que ustedes realmente quieren oír", anunció Aznavour, al inicio de la velada. Y fuimos muchos los sorprendidos al escuchar sus nuevas producciones, que aprovechan al máximo, como siempre, las bellas y musicales sonoridades de la lengua francesa. Aunque el amor y las relaciones de pareja siguen siendo el gran blanco de su canto, se desliza también por los senderos de la filosofía, del sentido de la vida, de la juventud perdida y hasta del dolor y el odio que hubo de conocer a causa del genocidio que sufriera su pueblo armenio. "Hay cosas que no pueden olvidar", afirmaría él.

El momento cumbre para muchos fue cuando, por fin, entonó "La Bohème" (La Bohemia), su himno, su insignia, por encima de sus más de mil canciones en 150 discos que han vendido más de cien millones de copias. "La Bohème" es ya parte del más alto patrimonio inmaterial de los franceses.

"Yo soy más viejo que mis canciones", afirmó en el concierto este gigante. Sin embargo, el "remanente" de Aznavour que tantos esperábamos resultó ser una estrella tan fulgente como sólo puede ser la de un verdadero inmortal. Este es uno de los escasos momentos en que uno puede hablar de que además de la obra y del genio de un artista, la fuerza física de este último es también inmarcesible.

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18 mayo 2015 1 18 /05 /mayo /2015 04:58

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

El Mundo,

 

 Termina el período festivo de Navidad y Año Nuevo y, en los hogares y barrios de nuestra Medellín ya comienzan a ser retiradas las alegres decoraciones navideñas, y en las avenidas y el río, los increíbles “alumbrados” que lograron que nuestra Bella Villa fuera recientemente seleccionada por la National Geographic como uno de los diez mejores destinos mundiales para disfrutar de las luces de Navidad.

Mientras tanto, en Montreal, donde vivo, son muy pocos los que deberán ponerse en la tarea de empacar de nuevo y llevar al armario instalaciones eléctricas y adornos navideños. Por motivos de “pluralidad y respeto a la multiculturalidad”, en este país, de fuerte tradición judeocristiana, se ha expandido la idea de que hacer pública la celebración de la Navidad es una ofensa contra las minorías no cristianas.  Así, el gobierno se abstiene de decorar las calles con típicos motivos navideños y aquellos habitantes que deciden, no obstante, engalanar sus hogares con decorados y árboles de Navidad hacen todo lo posible para que estos no estén cerca de las ventanas ni  sean visibles desde el exterior.

Así pues, envueltos por la “corrección política” y por la necesidad de evitar herir susceptibilidades, los líderes políticos de izquierda han logrado que las referencias a la Navidad estén desapareciendo de las calles y  que, para hablar de este período del año, las instituciones públicas utilicen términos neutrales, como “estación blanca” y “vacaciones de invierno”.

Y esta actitud no sólo ha sido asumida por los entes gubernamentales, sino también por las entidades privadas. Acerca de este fenómeno, ya no en Montreal, sino en otras latitudes, me entero de que una encuesta del 2006 reveló que el 74% de los comerciantes de Londres afirmaron no instalar significativos adornos de connotación navideña, por temor a afrentar a las minorías religiosas y a los agnósticos.

Canadá, Inglaterra, Francia, Suiza y otros países donde se está reprimiendo el esplendor de la Navidad son naciones predominantemente cristianas y, así una gran parte de la población no sea practicante, la celebración de la Navidad es una de las tradiciones sociales más entrañables.

En estos países, todo lo que desde hace tantos años ha estado asociado con la Navidad está siendo cuestionado: ya no se debe decir “¡Feliz Navidad!, sino “¡felices fiestas!”; no podemos hablar de “vacaciones de Navidad”, sino de “vacaciones de fin del año”.  Los presentadores de televisión, al final de los programas, no se despiden con un “Feliz Navidad”, sino con un “¡Felices festividades invernales!” o con un “¡Feliz largo descanso!” En la mayoría de las escuelas públicas, ya no se enseñan villancicos y se permite decorar las aulas con, por ejemplo, imágenes de copos de nieve, pero jamás de Papá Noel. Ya no hay enormes árboles de Navidad en los edificios públicos. En los discos de “Navidad”, ya no se encuentran casi canciones que hablen de Belén o del nacimiento del Niño, sino de la nieve, el invierno y los días de fiestas.  Incluso, el gobierno de la vecina provincia de Ontario ha llegado a desear a la población una “Feliz fiesta del Solsticio de Invierno”. ¡Cómo en tiempos de los paganos!

“Navidad” se ha convertido en una palabra “inconveniente” e “incómoda”, casi sucia.  Mucho peor para los anglófonos, para quienes “Christmas” incluye el nombre de Cristo (Christ) y ¡Santa Claus comienza con “Santa”!

Lo más curioso de todo es que no han sido los musulmanes, ni los judíos, ni los hindúes quienes han abogado por esta contención del júbilo navideño: han sido algunos funcionarios de origen cristiano, apóstoles ultraortodoxos del laicismo en la esfera pública. ¡Ni siquiera les ha importado el hecho de que la Navidad se ha convertido mucho más en una fiesta cultural que en una celebración de carácter religioso!

Todo esto deriva del concepto de “adaptación razonable”, en aras de una convivencia pacífica y justa entre personas de distintos credos y culturas.  Personalmente, creo que este es un concepto muy importante, que debemos respetar las costumbres y los valores de aquellos que son minoría en nuestras comunidades y que es preciso evitar toda suerte de racismo o de discriminación.  Pero, como todo en la vida, esta premisa debe tener límites.  Sobre la base de que las minorías deben ser respetadas, no se puede llegar al extremo de que la mayoría de una sociedad tenga que renunciar a expresar su propia cultura. Eso sería caer en la misma discriminación que, con razón, se ataca.

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9 mayo 2015 6 09 /05 /mayo /2015 16:25

 

 

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

El Mundo, 20 de abril de 2011

 

Durante la Guerra de los Mil Días, el entonces obispo de Pasto, Ezequiel Moreno (hoy canonizado) dedicó sus homilías a atacar al Partido Liberal, al cual consideraba “anti-cristiano” y alentó a los fieles católicos a “defender su religión con rémingtons y machetes”.

Durante los 45 años de la “Hegemonía Conservadora”, el Arzobispo de Bogotá tenía una influencia arrolladora y determinante a la hora de “ungir” al candidato del conservatismo, quien, indefectiblemente, sería electo Presidente de la República.  

Algunos otros obispos sobresalientes, siempre alineados con el Partido Conservador, azuzaron al pueblo a “aniquilar” a los liberales.

Siguiendo esa línea, el célebre obispo de Santa Rosa de Osos, Miguel Ángel Builes, llegó hasta el extremo de prohibir a sus sacerdotes absolver los pecados de los liberales. 

En 1931 (meses después de cuando, por un error estratégico de Monseñor Ismael Perdomo, el conservatismo perdió el poder), Monseñor Builes, furibundo, escribiría en una pastoral: “Que el liberalismo ya no es pecado, se viene diciendo últimamente con grande insistencia. [...] Nada más erróneo, pues lo que es esencialmente malo jamás dejará de serlo”.  Según esto, las doctrinas de Galileo, que fueron condenadas como “malas y heréticas” por la Iglesia Católica de su época (hasta el punto de que casi lo queman vivo, lo hicieron retractarse y, aún después de haberlo humillado lo dejaron prisionero de por vida), hoy en día seguirían siendo teorías de herejía y pecado, pues “lo que es esencialmente malo jamás dejará de serlo”.

En esta Semana Santa, el episcopado colombiano se ha unido para que en las multitudinarias celebraciones de cada una de las parroquias del país sean proclamadas prédicas en contra del derecho de los homosexuales a ser padres.

En el país donde vivo, Canadá, la Iglesia Católica gozó hasta hace cincuenta años de gran influencia en las decisiones gubernamentales que se tomaban en la provincia del Quebec, cuya población estaba constituida por una inmensa mayoría francófona (católica, sumida en la miseria y con familias de decenas de hijos) y una minoría anglófona (no católica, de alto nivel económico y con menos hijos).

Esta situación comenzó a cambiar en 1960, cuando, gracias a la llamada “Revolución Tranquila”, el pueblo francófono se dio cuenta de que, para lograr una reforma sustancial, tenía que dejar de obedecer al clero, aplicar la planificación familiar (por más que la condenaran los religiosos) y utilizar el derecho al voto para elegir a líderes que impulsaran la educación en las clases más pobres y llevaran a la sociedad hacia la equidad.

Hoy, en el  Quebec, los templos están vacíos.  Las diócesis han tenido que vender muchos de ellos, porque no tienen dinero para pagar la calefacción. Muchos se han convertido en bibliotecas, teatros ¡y hasta en restaurantes y discotecas! Los obispos perdieron su influencia.  

Mientras tanto, el Estado se ha dedicado a exaltar al ser humano en su dignidad de ente “a imagen y semejanza de Dios”, pero con un enfoque muy distinto al de la Iglesia: la libertad de expresión, el libre desarrollo de la personalidad y el castigo a la discriminación por raza o sexo se han convertido en la política que más enorgullece a este país.   Los canadienses francófonos se convirtieron en uno de los pueblos mejor educados del mundo y desde hace decenios dejaron de ser pobres.  A todas las personas se les garantiza la protección de los derechos fundamentales y un nivel de vida digno.  La corrupción administrativa es mínima. En el rarísimo caso de que se presente un homicidio, los medios se ocupan del tema con la seriedad necesaria y le hacen seguimiento durante meses... y, por supuesto, se halla al culpable y este es condenado con todo rigor. Uno puede salir a la calle a cualquier hora, sin temor a ser atracado, secuestrado o asesinado... y, en las ciudades más pequeñas (incluyendo algunos barrios de metrópolis como Montreal), la gente no cierra con llave las casas ni los autos. ¡Ah! y ¡no es raro encontrar en las calles parejas del mismo sexo que pasean, muy normalmente, con sus hijos adoptados! 

¿La “Sodoma y Gomorra” Canadá debería seguir el ejemplo de  la bendecida y piadosa Colombia?

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14 julio 2013 7 14 /07 /julio /2013 11:17

 

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ


En los últimos meses, he tenido la oportunidad de conocer el trabajo de algunos de los principales humanistas y gestores culturales del Canadá.  Y uno de los perfiles que más han llamado mi atención y admiración ha sido el de Daniel Gélinas, quien se está convirtiendo en un símbolo vivo de la revitalización y protección del invaluable patrimonio artístico e histórico de la ciudad de Quebec.  Como sé que su nombre no es muy conocido en nuestro país, me parece oportuno dedicarle mi columna de hoy.
Procedemos entonces, dado el espacio limitado, a presentar un breve recuento de los méritos y las realizaciones formidables de este quijote que se ha constituido en modelo internacional de administración y desarrollo de entidades culturales.
Sociólogo, en la Universidad de Montreal, culminó una maestría, en la Universidad du Québec à Trois-Rivières.  Su primer gran reto en el campo de la cultura fue asumir, en 1989, a sus 28 años de edad, la gerencia de la Orquesta Sinfónica de la ciudad de Trois-Rivières, una de las más antiguas del Canadá.  
En ese momento, dicha orquesta enfrentaba una difícil situación económica, la cual ponía en peligro la continuidad de sus labores.  En poco tiempo, Gélinas logró ganarle la pelea al déficit que amenazaba a esa entidad.  Su plan:  realizar programas especiales, en escenarios diversos e inusitados,  para acercar la música clásica al público masivo, de todas las edades y clases sociales.  Y su iniciativa regeneradora dio más frutos de los esperados, pues, gracias a esta labor, consiguió triplicar el presupuesto de la orquesta y aumentar contundentemente las estadísticas del público asistente a los conciertos.  Al convertir en una empresa sólida y rentable aquella entidad agonizante que había recibido, comenzó a ser reconocido por su capacidad para desarrollar estrategias salvadoras ante panoramas de crisis.
Teniendo en cuenta esta exitosa gestión, le fue encomendada, paralelamente, la dirección general del Festival International de l’Art Vocal de Trois-Rivières, el cual también atravesaba serias tribulaciones financieras.  En sólo dos años, saneó las finanzas del evento y, cuando lo entregó, había aumentado notoriamente su prestigio entre los mejores certámenes corales de ese país.
Su visión y su liderazgo demostrados hicieron que su nombre comenzara a hacerse visible en el plano nacional y a figurar, no obstante su juventud, en las más selectas listas de promotores de la cultura en el Canadá.
Gracias a esa reputación, en el año 2001, fue llamado a comandar la administración del Festival de Cine de las Tres Américas, en la emblemática ciudad de Québec. 
Y fue en esa ciudad donde, al año siguiente, emprendió el mayor de sus desafíos: la dirección general del Festival de Verano de Quebec, una de las festividades más tradicionales de esa provincia canadiense.  Desde entonces, Gélinas ha logrado una reestructuración y revitalización total de este evento anual.  Lo ha llevado hacia una nueva dimensión internacional, con espectáculos de talla universal, de todos los géneros musicales.  Este titán ha convencido a figuras mundiales de la talla de Paul McCartney, Plácido Domingo, Celine Dion, Charles Aznavour y Sting de cantar en Quebec; ha atraído varios millones de turistas a esa ciudad colonial y ha conseguido mejor que nadie exaltar y divulgar el precioso patrimonio histórico de esa, una de las más bellas capitales de Norteamérica (si consideramos que el Québec, por sus tradiciones y su lengua francesa, se concibe como toda una nación).  Pero lo más sorprendente es que, en plena crisis económica mundial,  Gélinas ha alcanzado la meta de aumentar a 14 millones de dólares canadienses el presupuesto anual de este certamen. 
A comienzos del año pasado, durante el cual se celebraron los 400 años de la fundación de Québec, la ciudad francófona más antigua de América y el asentamiento urbano más antiguo del Canadá, todavía no se había concretado el programa definitivo de esa celebración, por lo cual se pensaba que esta devendría en un absoluto fracaso.   Fue entonces cuando el alcalde de la ciudad acudió a Gélinas para la dirección general del cuatricentenario.
Gélinas consiguió que el gobierno destinara varias decenas de millones de dólares a la restauración del centro histórico Québec y organizó un programa de eventos culturales de máxima categoría, que logró que esa ciudad estuviera en el ojo de los medios del mundo, durante todo el año, y que se constituyera en uno de los destinos turísticos más importantes de América, con estadísticas impresionantes.  El movimiento económico de esta ciudad se elevó, pues, muy significativamente, gracias a la cultura.
Por todo esto, Gélinas fue escogido por la prensa y la televisión quebequenses como el “Personaje del 2008” en su país. No nos cabería mencionar todos los otros reconocimientos que ha ganado. 
Estoy seguro de que un estudio más acucioso de sus realizaciones bien podrîa contribuir para que algunos de nuestros principales eventos culturales adquieran mayor vigor y proyección.

 

El Mundo, 22 de julio de 2009


http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección
A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=122562&imagen=&vl=1&r=buscador.php

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9 julio 2013 2 09 /07 /julio /2013 11:10


SERGIO ESTEBAN VÉLEZ


Hace tres días, con música cubana, fue clausurada la versión de este año del célebre Festival Internacional de Jazz de Montreal.  En este 2009, el evento, el principal festival de música del Canadá, celebra su  trigésimo aniversario.  En estos treinta años, este certamen ha avanzado hasta constituirse en el principal  festival de su tipo en el mundo y en uno de los más significativos referentes de Montreal.
En la edición que acaba de finalizar, la gran estrella homenajeada fue el famoso músico estadounidense Stevie Wonder, quien con más de cien millones de discos vendidos, es reconocido como uno de los máximos exponentes de la “música negra” en los Estados Unidos.  Wonder, quien ha ascendido a tal escaño, a pesar de las dificultades producidas por la ceguera desde su infancia, ha sido exaltado con el “Prix Montreal Jazz Festival Spirit 2009”, máximo galardón del evento.  Sucede  en la recepción de este premio a artistas de la talla de Leonard Cohen, Paul Simon y Bob Dylan, entusiasta amigo del festival.  Su multitudinario concierto, con entrada gratuita, tuvo lugar el pasado 30 de junio, en la Place des Festivals.
Los otros ilustres galardonados de este fueron John Pizzarelli, Ornette Coleman, Susie Arioli  y Touts & the Maytals.     
El Festival, cuyo programa se divide en eventos gratuitos, al aire libre, y otros, en sala y con venta de boletas,  atrajo este año, según los organizadores, un público de aproximadamente dos millones y medio de personas, quienes, durante 13 días, se saciaron de jazz y de cultura.  Esta cifra demuestra el posicionamiento de este evento, teniendo en cuenta que, en su primera versión, hace 30 años, el público fue de 12.000 espectadores.  La evolución y consolidación de este certamen han sido, en buena parte, fruto de la constancia y el liderazgo de su fundador y director, Alain Simard, quien ha sabido superar diversas crisis financieras y convencer a gobierno y a empresarios de la importancia y la necesidad de patrocinar eventos de esta altura.  Simard, quien ha recibido innumerables homenajes y condecoraciones, actualmente es considerado como uno de los tres personajes más influyentes de la Cultura en Québec, la grande y rica provincia francófona del Canadá.
Y precisamente este año, los organizadores del evento han debido desarrollar estrategias especiales, en pos de garantizar la financiación futura del festival, luego de que General Motors, su principal auspiciador, anunciara que, a causa de su grave crisis económica, no podrá continuar con el patrocinio.
De los 650 conciertos de esta versión del festival, vale la pena destacar el esfuerzo que los programadores han hecho por presentar el trabajo de diversos artistas hispanos de excelencia, como la mexicana Lila Downs.  Lila, a quien pudimos entrevistar el año pasado, cuando cantó en el Festival Iberoamericano de Teatro, deslumbró al público montrealés, con su impactante presencia escénica de evocación oaxaca y con canciones como “La llorona”, cuya interpretación afirma una vez más el concepto de quienes la consideran como la sucesora de Chavela Vargas. 
De todo nuestro gusto fue el montaje de “Jazzing Flamenco”, ejecutado por la compañía dancística del distinguido coreógrafo español Antonio Nojarro.  Durante once noches, el espectáculo de Nojarro y sus bailarines logró llenar el Teatro del Nuevo Mundo, de la capital quebequense.  Este grupo, que ya había actuado en el festival, en el 2005, con “Tango Flamenco”, volvió a mostrar su originalidad y virtuosismo, al fusionar, en esta ocasión lo mejor del flamenco con refinados aires de jazz.  Sin embargo, el espectáculo conserva todavía una intensa influencia tanguística, debida principalmente al enfoque musical del compositor del grupo,  el argentino Fernando Egozcue, quien, como nos confirmó el mismo director, es ferviente discípulo del estilo de Piazzolla.  Y, detalle novedoso cuando hablamos de jazz, en este caso, al prescindir del uso de los vientos, los artistas pretendieron que el magistral zapateo remplazara la fuerza espiritual de los mismos.

 

festival-de-jazz.JPG

Sergio Esteban Vélez y Antonio Nojarro


Otros exponentes latinos fueron, entre otros, Héctor Infanzón, Magos Herrera, Los de Abajo, el grupo Saché, Afro Cuban All Stars y Los Van Van, la mayoría de los cuales mostraron el sabor de nuestros ritmos, en los magníficos escenarios exteriores, con vías cerradas, que se adecuaron para el placer musical de la comunidad.  
¡Bien por el Festival de Jazz de Montreal en sus 30 años y bien por creer en el talento del pueblo hispanoamericano!
GAZAPO:  En el artículo “La poesía va de boca en boca” (El Colombiano, 4 de julio, Pág. 16a), al hablar del poeta Aazam Abidov, se afirma que su país, Uzbekistán, queda en Europa.  Hace falta que el periodista cultural de ese diario ponga más atención, pues ese país no está situado en Europa, sino en Asia Central.  Eso me hace pensar que bien vale la pena dedicarle una próxima columna a recientes estadísticas que indican que ¡una quinta parte de los estadounidenses no son capaces de ubicar los Estados Unidos, en el mapamundi! 

 

 

El Mundo, 15 de julio de 2009

 

http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=121949&imagen=&vl=1&r=buscador.php

 

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8 julio 2013 1 08 /07 /julio /2013 00:58

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

 

 

La semana pasada, estuve en la ciudad de Quebec, para asistir a las famosas Fêtes de la Nouvelle France (Fiestas de la Nueva Francia), que se celebran en esa ciudad, cada dos años.  En los desfiles y espectáculos de estas fiestas, la gente se viste a la usanza del siglo XVII y la ciudad entera se convierte en una escuela de evocación de su propia historia.

Quebec, declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad, fue la primera villa que fundaron los franceses, en 1608, cuando, tras las exploraciones de Jacques Cartier, en el siglo XVI, decidieron asentarse en Norteamérica y ampliar los dominios de su rey.  Québec es la capital de la provincia del mismo nombre, el principal territorio francófono de América, con casi 1.700.000 kilómetros cuadrados.

Su fundación se considera como el paso inicial definitivo de la colonización del Canadá.  Durante los siglos XVII y XVIII, fue la principal ciudad de la llamada Nueva Francia y fue escenario, en 1759 (hace 250 años) de la Batalla de los Planos de Abraham, por la cual los franceses perdieron el dominio del Canadá y viraron su ruta hacia otras tierras.

Sin embargo, a pesar de que la Madre Francia parecía haberse olvidado de sus hijos en Norteamérica, ya la herencia francesa estaba tan fuertemente arraigada en esos meridianos, que no hubo modo de que aquellos colonos y sus descendientes dejaran de hablar el francés y abandonaran la religión católica.   De ahí que, desde esos tiempos, los franco-canadienses (hoy llamados “québécois”) hayan sentido que constituyen una nación aparte del resto del Canadá.

Los habitantes de esta región (en donde se produjo la unificación lingüística en torno al francés mucho antes que en la misma Francia -donde hasta hace un siglo abundaban los dialectos –distintos patois) conservaron como suya la lengua que se hablaba en la Corte del Rey a mediados del siglo XVIII. Pero debido a la influencia inglesa y al aislamiento y desconexión total de Francia, el francés de esta tierra y el del resto de la francofonía evolucionaron de manera distinta.  En el Quebec, han sobrevivido numerosas palabras y pronunciaciones que en Francia desaparecieron, desde hace siglos, especialmente desde la Revolución Francesa, cuando, con el ascenso del pueblo al poder, se abrió la “lengua culta” a aceptar las maneras de hablar de la plebe, muy distintas a las de la corte, que eran las que habían sido exportadas a Norteamérica.   Así, las cosas cambiaron hasta el punto de que numerosos modos del lenguaje hablado en Quebec, dejaron de considerarse correctos en Francia, y el pueblo quebequense no se enteró de ello, a causa del dominio inglés que pretendió separarlos definitivamente de sus raíces.

Y con la victoria de los ingleses, llegó también la hegemonía económica de los mismos, de modo que los descendientes de los franceses (salvo una minúscula élite), al no hablar el inglés ni practicar el anglicanismo, se vieron menospreciados y condenados a la pobreza y a una educación muy precaria. Esto duró dos siglos, durante los cuales la Iglesia se convirtió en su máximo elemento de convergencia y en el ente que los impulsaría a tener muchos hijos.  Gracias a esta fecundidad, los francófonos pudieron mantenerse como gran mayoría de la población de esta provincia.

Algunos intentos de insurrección de los francófonos, como los sucedidos en 1837 y 1838, fueron fácilmente ahogados por la autoridad británica. Y a pesar de que a esta provincia se le reconoció cierta autonomía, en 1867, al conformarse la Confederación Canadiense, no fue sino hasta el decenio de 1960, cuando, bajo el grito de “Viva el Quebec Libre” (que fuera también consigna del presidente francés Charles de Gaulle), que los intelectuales franco-canadienses lograron el triunfo de la que se llamó “la Revolución Tranquila”.  Por medio de esta, el pueblo “québécois”  se dio cuenta de que a través del derecho al voto, que tenía desde hacía mucho tiempo, se podía conseguir un cambio sustancial en cuanto a la protección de sus derechos culturales (empezando por su amada lengua) y a la redención social.   Desde entonces, los “québécois” eligieron en las urnas a gobernantes que se dedicaron a trabajar para educar a la población, incrementar su bienestar social y, muy especialmente, en pos de combatir la discriminación por motivos culturales o lingüísticos.  El punto culminante de ese proceso fue la aprobación, en 1977, de la Ley 101, que acoge al francés como única lengua oficial de la provincia del Quebec e impone la supremacía de la misma, en publicidad, prensa, comercio, salud y educación, entre otros.

A pesar de haber fracasado las dos iniciativas de referéndums independentistas del Quebec (el último de ellos, en 1995, rechazado por un margen de sólo un 0.5% de los votantes), sus habitantes siguen sintiéndose más “québécois” que canadienses, teniendo en cuenta, además de su historia y su lengua, las características colectivas de su personalidad, diferentes de las de los descendientes de los ingleses.

Hoy, el pueblo del Quebec (del cual, el 80% habla el francés como lengua materna) es uno de los mejor educados del mundo y su calidad de vida se encuentra entre las mejores calificadas en todo el orbe.

 

El Mundo, 12 de agosto de 2009

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7 julio 2013 7 07 /07 /julio /2013 01:56

 

 SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

 

 

Acabo de llegar de la ciudad canadiense de Trois-Rivières, donde pude disfrutar de las delicias poéticas del Festival Internacional de Poesía de esa ciudad, uno de los más prestigiosos del mundo.

 

DSCN0185

La "cuerda de poemas" del Festival de Trois-Rivières

 

La feliz coincidencia de la celebración de los 25 años de este evento, con la de los 375 de la fundación de la ciudad, llevó este año al gobierno federal canadiense a designar a Trois-Rivières como “Capital Cultural de la Nación”.

Con la participación de más de cien poetas, de una veintena de países de los cinco continentes, la presente edición del Festival comprendió más de 400 actividades culturales, a lo largo de diez días, en los cuales la poesía se tomó esta ciudad, la segunda más antigua del Canadá.  La “celeste música de pensamientos”, de la cual hablaba don Miguel Antonio Caro, se hizo presente de numerosos modos, algunos de ellos inusitados, pues no sólo se desarrollaron recitales en auditorios, sino que también se desplegaron numerosas presentaciones de “almuerzos-poesía”, “aperitivos-poesía”, “scotch-poesía”, “té-poesía”, “cenas-poesía”, “picnic-poesía”, “jazz-poesía” y “cine-poesía”, entre otras originales manifestaciones, en restaurantes, bares, cafés, salones de té y otros lugares, de todas las clases sociales, que, tradicionalmente, no han sido identificados como centros culturales.   De este modo, los directores del Festival han pretendido que, dado que en los tiempos modernos mucha gente no se interesa por la poesía, sea entonces ella quien se acerque al público, en sitios de asistencia masiva.

Gastón Bellemare y Maryse Baribeau, los quijotes de este evento mundial, han logrado que Trois-Rivières sea identificada como el santuario poético de Norteamérica.  De este modo, han logrado que se materialice la utopía de Félix Leclerc, poeta nacional del Québec, quien, hace 25 años, proclamó a esta como “Capital de la Poesía”.

Y, coherentemente con el espíritu de los señores Bellemare y Baribeau, la poesía vive literalmente en la ciudad entera.  Desde hace ya varios años, los corajudos directores lograron convencer a los propietarios de un inmenso número de edificios de todo el centro de la ciudad para que les permitieran instalar sobre sus muros 300 grandes placas metálicas con fragmentos de poemas de autores quebequenses. Consiguieron, además, los recursos financieros y las autorizaciones necesarias para erigir, en una importante plaza de la ciudad, justo al frente de la Alcaldía, el “Monumento al poeta desconocido”, único en el mundo.  Y el ánimo les alcanzó para construir la Maison de la Poésie de Trois-Rivières.

 

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Monumento "Al Poeta Desconicido"

 

Los buses de la ciudad, por lo demás, en los espacios reservados para publicidad, ostentan bellas estrofas poéticas y las galerías de Arte exhiben muestras de poemas compuestos acerca de lienzos o de fotografías tomadas para ilustrar poemas.

Los organizadores del Festival han craneado también diversas estrategias para estimular la escritura y la divulgación de la poesía.  Entre estas sobresalen los seis grandes concursos que organizan anualmente, cuyos premios, en cada versión, suman más de 30.000 dólares.  Esto, aparte de otros ocho premios de Poesía que conceden diversas entidades, en el marco del Festival.  Uno de estos es el “Premio de Innovación en la Enseñanza de la Poesía”, que se asigna a los maestros de las escuelas que descubran originales métodos para insuflar en sus alumnos el amor por la poesía.   Este año, una de las ganadoras fue la profesora Caroline Ricard, con un proyecto que me ha llegado al alma: “Poetas itinerantes”.  A través de él, se busca que los niños escriban poemas, los aprendan de memoria y luego se dirijan a la calle, en pequeños grupos, para abordar, en el supermercado, en la panadería o en cualquier otro lugar de la vida cotidiana, a los desconocidos, con la pregunta de: “Señor, excuse, ¿puedo recitarle mi poema?”.  Lógicamente, nadie puede negarse a tan repentino ofrecimiento.

Otro de los concursos es el de “Galaxia”, enfocado a niños poetas de todos los países francófonos.  Sus poemas se presentan, al lado de otros numerosos autores inéditos (más de 5.000), colgados con ganchos de ropa de las “cuerdas de poemas”, que ocupan uno de los parques más bellos de la ciudad.

En otro importante parque, el Parque Portuario, al borde del majestuoso río San Lorenzo, el Festival ha inaugurado, hace pocos días, el “Paseo Internacional de la Poesía”, con más de cien grandes placas con poemas de autores del mundo entero.

Otro de los enfoques especiales del Festival ha sido el trabajo comunitario en barrios humildes y en centros penitenciarios.  Llevan a cabo, por ejemplo, talleres a través de los cuales se les enseña a escribir versos a adultos en proceso de alfabetización, para que luego estos los lean en voz alta, en sus escuelas, en turno con los prestigiosos poetas invitados al Festival.  Hay que ver el orgullo de estos noveles poetas adultos, leyendo en público por primera vez, cuando, hasta hacía poco tiempo, no sabían ni leer ni escribir.

 

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Paseo de la Poesía 

 

Agotamos el espacio de hoy y se nos quedaron sin tratar muchas facetas maravillosas de este festival.  Esperamos que, algún día, alguien (ojalá yo mismo tuviese la oportunidad) pueda implementar algunas de estas ideas en Medellín.

 

 El Mundo, 14 de octubre de 2009

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1 julio 2013 1 01 /07 /julio /2013 19:20

 

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

 

Desde que estoy fuera del país, he tenido la oportunidad de conocer el trabajo de algunos de los principales humanistas y gestores culturales del Canadá.  Y uno de los perfiles que más han llamado mi atención y admiración ha sido el de Alain Simard, quien ha logrado convertirse en un símbolo vivo de la revitalización cultural de Montreal y de la propulsión de la imagen de esta ciudad como urbe de festivales y de pasión por el arte.  Como sé que su nombre no es muy conocido en nuestro país, me parece oportuno dedicarle mi columna de hoy.
Podríamos decir que la primera etapa de importancia en la labor inefable de este forjador de utopías comenzó en 1977, cuando, de la mano de Denyse McCann y André Ménard, fundó el Équipe Spectra.  A través de esta entidad, materializaría, tres años más tarde, el sueño de que Montreal tuviera un Festival de Jazz.  En ese momento, Simard no imaginaba que ese incipiente evento llegaría a ser el festival más importante del mundo en su categoría y todo un emblema de Montreal.

En un comienzo, talvez lo más difícil para la consolidación de este proyecto era la consecución de los recursos financieros necesarios.  Pero la elocuencia del discurso de Simard fue más que suficiente, y poco después ya contaba con el respaldo de distinguidos organismos que le apostaron a los loables objetivos culturales de este gestor.  Con su inherente constancia y creyendo solamente en excelencia, Simard logró ganarles la pelea a aquellos que consideraban que el Estado no debía “despilfarrar” fondos en temas “no prioritarios” como los culturales.  Dispuso entonces de un torrente de creatividad y procedió a  realizar programas especiales con artistas de la más alta calidad y reputación, en escenarios diversos e inusitados, para acercar el Jazz (y todas sus variantes) al público masivo, de todas las edades y clases sociales.  Y su iniciativa regeneradora dio más frutos de los esperados, pues, gracias a esta labor, consiguió multiplicar el presupuesto del festival y aumentar contundentemente las estadísticas del público asistente a los actos y conciertos de este certamen (¡hoy congrega anualmente a más de dos millones y medio de espectadores!). 

Al convertir en una empresa sólida y rentable aquel proyecto suyo en el cual pocos habían creído en un comienzo, la comunidad principió a reconocerlo como un líder corajudo capaz de desarrollar las más inteligentes estrategias “salvadoras” ante panoramas “nublados”. 

Teniendo en cuenta el éxito de su iniciativa de fundar un festival de Jazz de talla universal, Simard se sintió con fuerzas suficientes para crear y sacar adelante otros dos festivales de la más alta categoría:  el de las Francofolies y el de Montréal en Lumière.  A través del primero (cuya primera edición se realizó en 1989), se ha consagrado al fomento de la canción en lengua francesa, con excelente respuesta de los espectadores (aproximadamente un millón, el año pasado).  Y el segundo, creado en el 2000, es un evento dedicado a la promoción de casi todas las artes (música, artes plásticas, danza, teatro, artes circenses...) en la época del año en que el invierno azota con más rudeza a Montreal. 

Alain Simard, por medio sus festivales, ha conseguido mejor que nadie exaltar y divulgar el precioso patrimonio urbanístico de Montreal, una de las más bellas capitales de Norteamérica.  

Hoy, gracias a él, el movimiento económico de su ciudad se eleva significativamente tres veces año ¡gracias a la cultura!
Su visión y su liderazgo demostrados hicieron que su nombre comenzara a hacerse visible en el plano nacional y a figurar, desde su juventud, en las más selectas listas de promotores de la cultura en el Canadá.

Por todo esto, Simard ha sido condecorado por el gobierno de Francia como Caballero de la Orden de las Arte y las Letras y fue escogido por el diario The Gazette como uno de los montrealeses más eminentes del milenio. No nos cabría mencionar las decenas de premios y reconocimientos que ha merecido. 
Estoy seguro de que un estudio más acucioso de sus ejecutorias bien podría contribuir para que algunos de nuestros principales eventos culturales adquieran mayor vigor y proyección.

 

El Mundo, 16 de marzo de 2011

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28 mayo 2013 2 28 /05 /mayo /2013 18:06

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

 

 


Se nos van muriendo personajes que fueron paradigmas y guías de la cultura hispana en Medellín. Y nos vamos quedando cada vez más huérfanos de las grandes mentes académicas que vivieron entre nosotros durante casi todo el siglo XX. Personajes como Alberto Aguirre, que nos orientaron con sus opiniones y críticas definitorias desde los púlpitos intelectuales de nuestra prensa, cuando en nuestros medios de comunicación brillaban la vocación y la conciencia del soporte a la cultura en la comunidad.

 

Alberto Aguirre, antioqueño culto como pocos, intelectual de alta categoría y criterios perfectamente definidos, nos dejó la semana pasada. 

 

De educado y refinado juicio, de conceptos inequívocos, de voz implacable cuando consideraba que sería débil tolerar el mal gusto o la mediocridad. Antipolítico, anticlerical, anti cualquier manifestación de la “cultura barata” y de las producciones artísticas o literarias de baja calidad, Alberto Aguirre formó parte de esa generación de humanistas que lo dio todo porque nuestra Antioquia hiciera esfuerzos visibles por fomentar la alta cultura. 

 

Y lo hizo no sólo como crítico, librero y editor, sino también como activo promotor de entidades culturales. El siguiente relato es una de tantas pruebas de ello: A finales de los 50, cuando flotaba en el ambiente la idea de las casas de la cultura del ministro francés André Malraux, Alberto Aguirre, junto a un grupo de eminentes y entusiastas amigos (Manuel Mejía Vallejo, Carlos Castro Saavedra, José Horacio Betancur, Luis Martel y Óscar Hernández), fundó en Medellín la “Casa de la Cultura”, que funcionó en un local, en Perú con Bolívar. Como no tenían ningún respaldo económico externo, el alquiler del local debía ser pagado por los socios, de sus propios sueldos de periodistas y empleados.
Aquellos jóvenes cultores se dedicaron al ambicioso cometido de crear bibliotecas populares en todos los barrios de la ciudad y, para tal efecto, establecieron comités en las diversas comunas y organizaron reinados, eventos culturales y pequeños festivales (con venta de empanadas incluida), para recoger fondos para el incipiente proyecto. Simultáneamente, hicieron una gran campaña para incentivar la donación de libros (con premios especiales, por ejemplo, para la cuadra que más donara) y acudieron a personas claves en los barrios, para que prestaran salones de sus casas, para el funcionamiento de las bibliotecas.

 

 Al final, habían logrado fundar casi 30 bibliotecas, con las uñas, no sólo sin el apoyo del gobierno, sino pese a la persecución del mismo, que los consideraba “intelectuales de izquierda”. Como podría esperarse, dada la falta de respaldo oficial, pasados unos años, tuvieron que dejar de lado tan nobles ideales y dedicarse a sostener a sus familias.

 

Con tesón de calendario y constancia de cronómetro, Alberto Aguirre entregó sus autorizadas consideraciones y sus abundantes aportes al desarrollo de la cultura, a través de tantos años, que terminó por convertirse en un personaje que hacía parte del paisaje de nuestra Medellín.

 

Extrañaremos sus sabias instrucciones, sus copiosos conocimientos, su escala calificativa, su honestidad a toda prueba, como, desde cuando los giros de la vida lo llevaron a claudicar de la parquedad del negocio, extrañamos el recurso bibliográfico que nos ofreció, durante decenios, en sus librerías.

 

En palabras de su amiga, la escritora Olga Elena Mattei: “Nos seguirá haciendo falta su presencia al fondo de los mostradores, a la hora de las tertulias de trastienda de los colegas escritores, y el generoso espacio que nos daba en sus columnas y en sus vitrinas. Allí disfrutábamos de los amables encuentros con él y con la acogedora e inteligente Aurita.  Nos pesará por siempre que no dimos a tiempo las gracias que quedamos debiendo”.

 

El Mundo, 12 de septiembre de 2012

 

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24 noviembre 2012 6 24 /11 /noviembre /2012 22:22

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

 


Por estos días, la Academia Antioqueña de Historia, la Sociedad Bolivariana de Antioquia y otras beneméritas instituciones de nuestra ciudad están de luto, a causa del fallecimiento de uno de sus miembros más activos: Juan Guillermo Restrepo Restrepo.

 

Discreto y sobrio, prudente y buen observador, don Juan Guillermo se distinguió ante todo por ser el más ferviente apóstol promotor de la figura de “el Libertador” en nuestra Antioquia. Con paciencia e ingenio, logró, siempre de la mano de su hermana, la eminente historiadora, educadora y filósofa Socorro Inés Restrepo, la materialización del sueño de convertir su casa en todo un museo de culto al gran “Simón de América”. Nadie más en la tierra paisa ha logrado reunir en su hogar un número semejante de libros sobre Bolívar o con referencias al mismo (más de 2.000), de reliquias de memorabilia con motivos bolivarianos, de retratos al óleo, tallas y otras imágenes del Padre de la Patria (más de 600 piezas iconográficas), de recortes de prensa sobre su heroísmo, de documentos de todo género acerca del titán que nos dio la libertad.

 

No había detalle sobre la vida de “el Libertador”, ni máxima pronunciada o escrita por él, ni comentario o realización en torno a su obra que no conociera Juan Guillermo Restrepo R. Era también experto en la genealogía de “Don Simón”.  Pero, sobre todo, pocos han sido hermeneutas más prístinos de la verdadera doctrina bolivariana, pocos han tenido mejor discernimiento y claridad a la hora de interpretar el pensamiento de Bolívar, en una sociedad en la cual todas las vertientes políticas, desde la guerrilla y el chavismo, hasta el Partido Conservador, han querido apropiarse de la gloria imbatible de aquel hombre superior.

 

Su pasión por Bolívar lo llevó a buscar, a lo largo de su vida, divulgar la sabiduría, el altruismo y el coraje del gran prócer. Así, escribió varios libros sobre el héroe, creó una publicación mensual, “Folios Bolivarianos”, y presentó diversas exposiciones sobre “el Libertador”, en la Universidad de Antioquia, la Alcaldía de Medellín y otros recintos. También quiso honrar al personaje de su veneración dando forma con sus manos a pinturas y cerámicas en su honor. 

 

Me cuentan que en sus últimos días, don Juan Guillermo, quien estaba próximo a cumplir 80 años de edad, no perdió ni por un instante la sed y el entusiasmo por la investigación bolivariana y en su conversación nunca dejó de estar presente la erudición que fue su sello y que sorprendió siempre a quienes lo conocieron: desde sus compañeros en la Universidad de Madrid (donde se graduó en Filosofía y Letras), hasta sus contertulios de la Academia Antioqueña de Historia, en quienes halló a colegas de las mejores calidades, todos también cultísimos, con quienes gozó de rica retroalimentación. Pero nadie supo complementarlo tan justamente como su hermana Socorro Inés, eterna compañera suya y coartífice de su “santuario bolivariano”.  

 

Además de sus cualidades intelectuales, es preciso resaltar sus virtudes morales. Me permito, por tanto, reproducir el siguiente fragmento de las sentidas palabras que pronunció el académico y noble amigo Orlando Montoya Moreno, en el homenaje póstumo que la Academia Antioqueña de Historia rindió a la memoria de don Juan Guillermo: “Era misericordioso y dadivoso con los necesitados, a quienes extendía, sin presumir de nada y en la elocuencia del silencio, la ayuda generosa en el momento oportuno (…). Era respetuoso en grado sumo, de rectitud y honestidad a toda prueba, de principios inquebrantables, servicial como el que más. Tenía un alto concepto de la amistad y de la lealtad. Era bueno para escuchar y parco para hablar. Puntual y comprometido, solidario y justo”. Y prosigue Montoya Moreno: “Sin cuentas pendientes, partió de esta a mejor vida dejando muy avanzadas obras como ‘Diccionario biográfico y bibliográfico del Libertador’, ‘Bibliografía de Manuela Sáenz’, ‘Antioqueños camino a los altares’, ‘El general Juan María Gómez’, ‘Casas, albergues y lares del Libertador’ y una colección de ‘Cuentos de la patria’ (sobre la infancia de algunos próceres, dirigidos a los niños de su familia)”.   

 

En este 2012, cuando nuestra Antioquia celebra el bicentenario de su independencia, bien valdría la pena que algún ente gubernamental auspiciara y diera continuidad a las investigaciones y los proyectos históricos que don Juan Guillermo Restrepo estaba adelantando en el momento de su deceso. Esa, la salvación de su obra, sería el mejor homenaje postrero a este antioqueño ejemplar.

 

El Mundo, 23 de agosto de 2012

 

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