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Presentación

  • : El blog de Sergio Esteban Vélez
  • : En este sitio, la cultura es protagonista. Se puede apreciar lo mejor del arte y de la literatura colombiana, a través de entrevistas a sus mayores representantes y de más de un centenar de artículos sobre el trabajo de los mismos. También hay un espacio para la Historia, la Política y la Lingüística, además de una compilación de la obra poética que el autor ha desarrollado desde su niñez, cuando ya publicaba libros y era admirado en su país como "el Niño Poeta".
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Guerra, Padura y Manet

18 mayo 2015 1 18 /05 /mayo /2015 04:58

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

El Mundo,

 

 Termina el período festivo de Navidad y Año Nuevo y, en los hogares y barrios de nuestra Medellín ya comienzan a ser retiradas las alegres decoraciones navideñas, y en las avenidas y el río, los increíbles “alumbrados” que lograron que nuestra Bella Villa fuera recientemente seleccionada por la National Geographic como uno de los diez mejores destinos mundiales para disfrutar de las luces de Navidad.

Mientras tanto, en Montreal, donde vivo, son muy pocos los que deberán ponerse en la tarea de empacar de nuevo y llevar al armario instalaciones eléctricas y adornos navideños. Por motivos de “pluralidad y respeto a la multiculturalidad”, en este país, de fuerte tradición judeocristiana, se ha expandido la idea de que hacer pública la celebración de la Navidad es una ofensa contra las minorías no cristianas.  Así, el gobierno se abstiene de decorar las calles con típicos motivos navideños y aquellos habitantes que deciden, no obstante, engalanar sus hogares con decorados y árboles de Navidad hacen todo lo posible para que estos no estén cerca de las ventanas ni  sean visibles desde el exterior.

Así pues, envueltos por la “corrección política” y por la necesidad de evitar herir susceptibilidades, los líderes políticos de izquierda han logrado que las referencias a la Navidad estén desapareciendo de las calles y  que, para hablar de este período del año, las instituciones públicas utilicen términos neutrales, como “estación blanca” y “vacaciones de invierno”.

Y esta actitud no sólo ha sido asumida por los entes gubernamentales, sino también por las entidades privadas. Acerca de este fenómeno, ya no en Montreal, sino en otras latitudes, me entero de que una encuesta del 2006 reveló que el 74% de los comerciantes de Londres afirmaron no instalar significativos adornos de connotación navideña, por temor a afrentar a las minorías religiosas y a los agnósticos.

Canadá, Inglaterra, Francia, Suiza y otros países donde se está reprimiendo el esplendor de la Navidad son naciones predominantemente cristianas y, así una gran parte de la población no sea practicante, la celebración de la Navidad es una de las tradiciones sociales más entrañables.

En estos países, todo lo que desde hace tantos años ha estado asociado con la Navidad está siendo cuestionado: ya no se debe decir “¡Feliz Navidad!, sino “¡felices fiestas!”; no podemos hablar de “vacaciones de Navidad”, sino de “vacaciones de fin del año”.  Los presentadores de televisión, al final de los programas, no se despiden con un “Feliz Navidad”, sino con un “¡Felices festividades invernales!” o con un “¡Feliz largo descanso!” En la mayoría de las escuelas públicas, ya no se enseñan villancicos y se permite decorar las aulas con, por ejemplo, imágenes de copos de nieve, pero jamás de Papá Noel. Ya no hay enormes árboles de Navidad en los edificios públicos. En los discos de “Navidad”, ya no se encuentran casi canciones que hablen de Belén o del nacimiento del Niño, sino de la nieve, el invierno y los días de fiestas.  Incluso, el gobierno de la vecina provincia de Ontario ha llegado a desear a la población una “Feliz fiesta del Solsticio de Invierno”. ¡Cómo en tiempos de los paganos!

“Navidad” se ha convertido en una palabra “inconveniente” e “incómoda”, casi sucia.  Mucho peor para los anglófonos, para quienes “Christmas” incluye el nombre de Cristo (Christ) y ¡Santa Claus comienza con “Santa”!

Lo más curioso de todo es que no han sido los musulmanes, ni los judíos, ni los hindúes quienes han abogado por esta contención del júbilo navideño: han sido algunos funcionarios de origen cristiano, apóstoles ultraortodoxos del laicismo en la esfera pública. ¡Ni siquiera les ha importado el hecho de que la Navidad se ha convertido mucho más en una fiesta cultural que en una celebración de carácter religioso!

Todo esto deriva del concepto de “adaptación razonable”, en aras de una convivencia pacífica y justa entre personas de distintos credos y culturas.  Personalmente, creo que este es un concepto muy importante, que debemos respetar las costumbres y los valores de aquellos que son minoría en nuestras comunidades y que es preciso evitar toda suerte de racismo o de discriminación.  Pero, como todo en la vida, esta premisa debe tener límites.  Sobre la base de que las minorías deben ser respetadas, no se puede llegar al extremo de que la mayoría de una sociedad tenga que renunciar a expresar su propia cultura. Eso sería caer en la misma discriminación que, con razón, se ataca.

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