SERGIO ESTEBAN VÉLEZ
El Mundo, 25 de septiembre de 2009 (Enlace)
Este poeta antioqueño, que esta semana celebra sus 83 años de edad, ha enfocado sus esfuerzos creativos a cantarle a la paz desde las distintas formas de la poesía
Luis Flórez Berrío y Sergio Esteban Vélez
En estos tiempos, en que el país entero se ha unido para protestar por los excesos de la absurda violencia de los grupos terroristas que asuelan a nuestra patria, vale la pena posar nuestra mirada sobre la obra de Luis Flórez Berrío, “el Poeta de la Paz”.
El libro en el que mejor puede apreciarse su clamor contra la guerra es “El umbral de la paz”. Los poemas que componen este volumen son descritos del siguiente modo por el fallecido crítico literario y académico de la Lengua Sergio Mejía Echavarría: “No se pone en duda la positiva inspiración que anima a la poesía de Luis Flórez Berrío. Con razón, otro poeta antioqueño, Jorge Robledo Ortiz, lo llamó el Poeta de la Paz. En este intenso volumen, Flórez Berrío ensaya una serie de poemas que tienen por común denominador la paz. Y lo hace con fortuna, con elevación, con entereza de carácter, con libertad formal, eso sí, pero con un pleno sentido de la cadencia y del ritmo. Aunque son 50 poemas, parece uno solo: tal la unidad de su pretexto y la condición de su esencia. Son poemas desgarrados, valientes, profundos, sin esguinces dialécticos ni concesiones gratuitas. Son poemas en donde brilla un ideal y ese ideal está forjado con elementos poéticos del más rancio y depurado origen”.
A continuación, sondeamos someramente el recorrido lírico de este escritor que, a pesar de la fertilidad de su pluma, de la calidad estética de su lira y del valor de su llamado a la paz a través de la palabra, resulta desconocido para la mayoría de los estudiosos de nuestras letras.
Nació en San Andrés de Cuerquia, el 22 de septiembre de 1926. Según nos cuenta, incursionó en la poesía, a los trece años de edad, cuando comenzó a estudiar la preceptiva literaria y a leer a los mejores representantes de la poesía en español. Dichas lecturas fueron clave, a la hora de desarrollar su estilística creativa, la cual ha sido de sorprendente versatilidad. Así, en su obra pueden encontrarse tanto la poesía libre, como la clásica. Esta última, que para muchos es a través de la que mejor sabe expresarse, la ha cultivado en todas las formas (especialmente a través del romance y del soneto) y con casi todos los enfoques temáticos: la poesía social, la romántica, la lírica, la erótica, la bucólica y la elegía. Su deseo innovador lo llevó, además, a crear novedades formales como la ausencia de sinalefas, el soneto bisílabo y el soneto regresivo (que puede leerse hacia arriba y hacia abajo), del cual fue pionero en Colombia, en 1952.
El fruto de su estro polifacético puede apreciarse en sus poemarios: “Ecos”, “Al compás de la espera”, “Testigo soy”, “Incendio al fondo”, “Mientras llega la hora”, “Bajo los hongos”, “El umbral de la Paz” y “Filigranas de luz” (entre otros) y en los dos tomos de su novela “Los hipócritas”.
Su trabajo cultural no se ha limitado al ejercicio poético. Desde muy joven, se dejó seducir por el periodismo, en la época en que este no se aprendía en facultades, sino a través de la práctica (su carné profesional fue expedido por el Ministerio de Educación Nacional). En los años cincuenta, cuando el poeta Luis Gutiérrez lo nombró secretario general del grupo “La Casa del Poeta”, también llamado “La Cueva de los Iluminados”, se dedicó a divulgar la obra de los mejores escritores de Antioquia, a través de la página literaria de La Defensa, de la cual era director. Una vez cerrado ese diario, se enfocó hacia un periodismo “poético-social”, a través de sus revistas Infancia, Protección Infantil y Semillero Ecológico. Ha sido también colaborador de diversos periódicos. Es uno de los fundadores de Acoprensa.
Y, como de algo tienen que vivir los poetas, también fue librero y profesor. Estas labores le parecían de suma conveniencia, pues le suministraban recursos suficientes para mantenerse, al mismo tiempo que hacía una labor de difusión de la cultura.
Cuando se le pregunta por sus alumnos de Preceptiva Poética, menciona a autores apreciados en nuestra ciudad, como Mara Agudelo, Ruth González de Quintero, Graciela Montemar, Leontina Sanín, Soraya Juncal, Teresita Ramírez, Arturo Santa, Eladio Pizarro y Mario Zabala Villegas.
Luis Flórez Berrío, Camilo Isaza Torres, Leonel Estrada, Sergio Esteban Vélez y Néstor Agudelo. Club Unión, 2000.
De los más de dos mil poemas que nos comenta que ha escrito, la mayor parte todavía está inédita. De esas producciones, la más conocida es “La paz cansada”, la cual ha sido reproducida en numerosas publicaciones y ha aparecido en el repertorio de importantes declamadores, como Berta Singerman y Fausto Cabrera.
A pesar de que en su propio país su poesía no ha sido premiada con el reconocimiento que merece, su obra ha merecido altos elogios de autoridades literarias de categoría internacional. Según don Luis, cuando el famoso poeta ruso Yevtushenko conoció sus poemas, le dijo: “Lo felicito, cambiaría toda mi poesía social por su poema Los gritos del silencio”. Semejante fue el comentario del ex congresista, ex embajador y notable intelectual caldense Silvio Villegas, quien, un mes antes de su muerte, le escribió: “Tu libro, colmado de vivencias emocionales lo cambiaría por la fama que ha tomado La canción del caminante”.
Por su parte, Robert Prill-Mill, catedrático de la Universidad de Oxford, en un estudio sobre la poesía social latinoamericana, dictaminó: “Cuando vine a Latinoamérica en busca de la poesía social, la que mas me convenció y me llegó al alma fue la de don Luis Flórez Berrío”.
Antioquia le debe un homenaje a este poeta, que, durante más de medio siglo, ha sido un líder de la cultura y el más ferviente abanderado de la paz.
La frase: “En cuanto a la poesía social, humana, rebelde, desnuda, constante, metafórica, realista, brillante, hecha con el corazón y con el alma, no hubo ni habrá en el mundo un poeta tan claro y tan hondo como Luis Flórez Berrío. No le hacen justicia por egoístas y por envidiosos. Sin embargo lleva más de 45 años haciendo cultura literaria”.
JORGE ROBLEDO ORTIZ
Poeta antioqueño
Concepto sobre su obra:
“La Paz Cansada es de joyería estética, enmarcable si fuese un lienzo al óleo, pero por lo menos con áurea orla simbolizante de lo prístino. Lo virgiliano, lo eglógico, lo pastoril aparece allí en forma de rotura, de destrizamiento. No hay en todo su texto la alharaca que el tema en sí pudiese reclamar y que muchos escribidores de versos han utilizado con estridencia demagógica. La paz nuestra, la paz rota, la paz mútila, aparece en esas seis estrofas con suavidad aterciopelada, suavidad de polvillo de polilla, casi del tono inasible, casi in albis. Es la blancura de la paz rota dentro de un poema sin sangre. Es una pena que esta pequeña grande obra no ande ya en las librerías del país, editada con lujo de cuidado, en tanto que circula infinidad de fárragos selectos de la estupidez mas enmarañada.
Todos estos poemas de Luis Flórez Berrío regalan un sabor de botánica, de yerba para pócima, a lo cual el musageta agrega la sacarina de su amor a la verdad amarga. También hay bastante de Rilke, el poeta que sabía darles vida a las rosas inertes (...) En Flórez Berrío, hay el afán espontáneo de mostrar bocas fatigadas y almas claras sin contornos, como el sonido y la luz que pueblan los dolores del alma. En todo caso, en la obra de Luis Flórez Berrío encuentro un precioso ritmo anímico conmovedor, que estremece cuando sacude a la verdad del hombre, como si le asiera por la solapa, produciéndole un sismo tremendo para obligarle a la desnudez, que es cuanto ya el mundo reclama: el desnudismo de la verdad, en esta vida de ahora tan enmarañada y tan túrbida.”.
JUAN ROCA LEMUS (Rubayata)
Periodista y crítico literario
Luis Flórez Berrío, en la Academia Antioqueña de Letras
Una muestra de su poesía:
LA PAZ CANSADA
La paz no tiene paz, nació cansada,
creció enfermiza y navegó en la sombra,
Dios que la quiso tanto no la nombra
y en sus milagros la dejo olvidada.
Todos la piden blanca y es morena....
desconoce la voz de los pastores,
no ha podido apoyarse en los amores
ni desprenderse de su propia pena.
La paz ni en los ministros parroquiales
con su bíblico símil de paloma;
la paz ni en la penumbra que se asoma
callará sus lamentos desiguales.
No la tiene el poeta ni el gitano,
ni el mago ni el monarca ni el coloso;
ni siquiera la tiene el perezoso...
o el enfermo... o el triste... o el profano.
¿Qué ha sido nuestra paz...? ¡Puerto sitiado!
Barandal de impresión, fragmento raro,
trapecio de crueldad, costa sin faro
¡y efímero capricho desvirtuado!
La paz con su desplante de querella,
fingiose catedral de fantasía;
y el Hombre- Dios, que de la paz venía,
nació sin paz y falleció sin ella.
LA PAZ DEL POETA DE LA PAZ
Yo doy para la paz
mi semilla de versos.
Doy mi Luis sin chequeras,
mi apellido sin islas,
mi gloria sin oasis,
mi fama compartida,
mi cumbre sin orgullo,
mi poema dos mil,
mi taller de relojes pensativos,
mis libros luminosos,
mi risa y mi sonrisa cuando buscan
las alas colombianas de alguna mariposa.
Yo moriré intranquilo, sin paz por lo que queda.
¿Quién detendrá mi sangre mezclada con el polvo
bajo el golpe iracundo?
Yo sé que llegan ellos decapitando abuelos
y aplastando a los niños...
Destruirán hogares, formarán el saqueo
empurpurado,
ahorcarán las dóciles rosas invioladas,
romperán en pandilla la red de la esperanza
y sabré que acribillan silencios distraídos.
Ellos vendrán y dejarán estigmas,
negociarán martirios,
refrescarán con whisky la masacre
y dirán que Colombia y que mi Antioquia
pertenecen también a los que mueren.
LA PAZ DE LOS NIÑOS SECUESTRADOS
Padre de las galaxias,
Padre del universo,
Padre de mi Colombia,
Padre mío que estás en mi energía:
si te hiero tu nombre por la espalda
cuando llamo la luz de tu armonía,
a mí me está doliendo la esperanza...
y me duelen los niños secuestrados,
porque pierden la paz y las palabras.
Ya les cambian los besos maternales
por terremotos en la flor del alma,
ya les cambian la cena y el juguete
por un golpe de sombras en la cara,
ya les cambian la miel de la ternura
por un susto que sabe a cuchilladas.
Me duelen estos niños secuestrados
que aprenden a rezar con la mirada,
que no quieren pensar en su alimento
porque un garfio de muerte los desgarra,
que casi ni recuerdan las caricias
por tener la memoria horrorizada.
Me duelen estos niños secuestrados,
sin amor, sin amigos, sin hermanos,
más huérfanos que el frío y el silencio,
frente al frío silencio de la nada.
Padre mío, grandeza de mi mundo,
vuelve tus ojos a los niños tristes,
que a mí me está mirando la esperanza.