Los siguientes poemas hacen parte de los poemarios "Destellos nocturnos" y "Entre el fuego", publicados por Sergio Esteban Vélez,
cuando tenía doce y catorce años de edad, respectivamente. En ese entonces, dada su precocidad literaria, Vélez era reconocido con el apelativo de "El Niño Poeta".
En los libros que escribió en su niñez y adolescencia, Sergio Esteban Vélez se enfocó hacia la poesía clásica, cultivando especialmente el soneto y el romance octosílabo. La práctica de las
técnicas académicas fue fundamental para, más tarde, construir su obra desde las formas propias de la modernidad.
Aquí, algunos ejemplos de los poemas escritos durante su niñez:
Va recorriendo España montado en Rocinante,
el viento acariciando sus barbas de blancura,
va orgulloso y festivo cruzando la llanura
que verde está esparciendo fragancias deleitantes.
Sus ojos ovalados asemejan diamantes,
lleva sobre su cuerpo reluciente armadura,
va buscando una dama de gitana hermosura
por Asturias, Guipúzcoa, La Mancha y Alicante.
Al intruso enemigo derriba con su lanza,
atrás trémulamente lo sigue Sancho Panza;
y en la noche onicina con jerez se recrea.
Cuando surge la aurora prosigue su camino,
ataca con su espada los brazos de un molino
y en un castillo moro se encuentra a Dulcinea.
En fila India y despacio
avanzan los elefantes,
como fantasmas remotos
buscando mil horizontes
que nunca jamás tuvieron.
Con paso lento y cansino,
cual ánimas melancólicas,
van portando con silencio
antorchas de soledad.
Sus corazones de olvido
van recibiendo huracanes
que despeinan los desiertos
y atemorizan caminos
con rostros de selva virgen.
Por la cicatriz del tiempo
resuenan los alaridos
de sus almas desquiciadas
que llorando pesadumbres
van despilfarrando anhelos
de encontrar cosas perdidas
que nunca se les perdieron.
Solo miran el futuro
de sus imponentes cuerpos
que rastrillan los escombros
de las sombras de la nada,
constelando a las gaviotas
buscando horizontes nuevos.
Se va alejando el oasis
y en la amarga pesadumbre,
se acercan los cazadores
y observan la gran hilera,
disparan sus escopetas
y acaban las ilusiones
de los fuertes elefantes
que corriendo moribundos
van gimiendo.
Y la sangre va brotando de sus cuerpos,
y en el ocaso del fuego
los cazadores contentos
les arrancan los colmillos
de marfil para venderlos.
(Reversible y sin sinalefas).
Desplegando susurros con ocasos de plata,
la noche corre lenta con su manta sagrada
como barca morena que va para la nada.
La luna va volando por cosmos escarlata
cual jinete de nácar que los cielos galopa,
recorriendo las nubes con cristalina copa.
Cual centellas doradas en un templo baldío
los astros perfumados sonríen rutilantes
y trayendo consigo gaviotas suspirantes,
en el cielo se mecen los arcanos con frío.
Como soplo de nardos que se van al vacío,
los ecos de la noche resuenan palpitantes,
y tras de la pradera de las lunas vibrantes
se tiñe de magnolias la magia del rocío.
(Puede leerse al revés)
B UCOLIZANDO EL ENSUEÑO
Con luz de primavérica violeta
me deslumbra la tarde campesina
y en arpegios de rítmica ocarina
por los cielos se ondulan las cometas.
Infinito el rosal, la miel concreta
sumergiéndose en agua cristalina
y en pláyida acuarela vespertina
se embisten serpentinas cual saetas.
En líricos capullos sonrosados,
abrió sus alas el halcón dorado
numenizando piélagos de armiño.
Rutilando las obsides sombrías
campanuló el verano la ambrosía
en cántaros repletos de cariño.
"La vida es sólo un paso de la nada al dolor
y un paso de regreso del dolor a la nada",
la nada es solo un todo repleto de vacío,
y el dolor es la huella de nuestras propias almas.
Sólo somos fogatas que mucho se estremecen
con el viento que herido va borrando las llamas,
no existe el pensamiento: todo lo que pensamos
son recuerdos baldíos; sólo simples palabras.
El ser es la presencia de lo que no hemos sido,
de efímeras ausencias, de que no somos nada,
estamos enterrados en tumbas del espacio,
pensamos en la muerte como una sombra mala.
Bajo el dominio estamos de ilusos sentimientos
que no tienen conciencia para medir las almas.
Soledad es un campo para pensar tranquilos,
para sentir silencios, para pulsar nostalgia.
El amor es la llave de un abismo de ensueños
que engaña nuestras mentes y la vida engalana.
El odio es un enigma, es fuerte sentimiento
que desfallece el cuerpo y atormenta las almas.
La angustia y la tristeza son perennes hermanas
que acechan corazones con su afilada espada,
felicidad viviente, verdad inalcanzable,
efímera y volátil, hermosa circunstancia
que siempre la buscamos, pero por más virtudes
y cosas que tengamos no podemos hallarla.
Libador que volando se estremece,
al encontrar en el vergel la rosa,
y cual mágica y frágil mariposa
en la cumbre de un pétalo se mece.
Y besando radiante las corolas
viola la virginal miel deleitosa,
y sobre mil bifloras liba y posa
engalanando el cielo de amapolas.
Y gozoso se ve en el horizonte
recorriendo las albas y los montes,
y llenando las nubes de esplendor.
En el aire lo ve su compañera,
se dan besos de miel en primavera
y florece con alas... el amor.
Quise besar tus labios fragantes de pureza,
de ensueños peregrinos, de savias de ciprés,
de colores fugaces, de líricos viñedos,
quise probar los besos de tu boca de miel.
Quise besar tus manos que acariciaron lilas,
blancas como azucenas del jardín del edén,
tus párpados radiantes cubiertos de rocío,
surgieron con las perlas que murieron ayer.
Tu mirada celeste de espléndidos diamantes
no alegrará paisajes de la plácida fe,
tu rostro iluminado ya no engalana el valle,
ya tus labios de rosa no calmarán mi sed.
¡Mariana, hija, despierta!
mira que sonríe el alba;
¡despierta, hija, despierta!
Mas no despertó Mariana.
Te fuiste, ¿por qué te fuiste?
Te fuiste de madrugada,
cuando el sol aparecía
mientras todos descansaban.
Hija mía, ¡ya levántate!
va a comenzar la jornada,
ponte pronto el uniforme
y tu saquito de lana.
Mira que me estás partiendo
mi corazón y mi alma.
Y empalidecen los cielos
y tus juguetes te extrañan.
Responde, ¡abrázame!
no me dejes, mi Mariana,
¿por qué huiste tan de prisa?,
¿por qué la vida es tan mala?
Tus ojos están cerrados
y tu boca almibarada,
ya no ríe vagamente,
ya no pronuncia palabra.
Todos estamos tan tristes...
trajeron la negra caja,
la mañana se oscurece,
te velamos en la sala.
Los rostros se encuentran blancos
con rocío en la mirada,
la lluvia sigue corriendo,
la escuela quedó sin alma.
¡Oh, Dios mío! No me dejes,
quítame esta pena amarga,
mira que murió mi hija,
déjame ir a acompañarla.
Mis pasos son mil poemas
que undívagan los recuerdos,
son notas de ruiseñores
madrigalizando anhelos.
Son flores de plenilunio
que se mecen con los vientos,
son rútilas golondrinas
que embonando los espectros,
encuspidecen abismos,
marchitando los desvelos.
Mis versos son fuentes puras
que sacian la sed del pueblo,
son campanas reverentes
que deslumbran los luceros,
son corceles majestuosos
que corriendo por los cerros
galopan las primaveras
para encontrar los desiertos.
Mis poemas son mil pasos
que recorren con su vuelo
las luces de la alborada,
y las estrellas del cielo,
las ciudades con sus galas
y el aire fresco del huerto.
Mis poemas son mis cantos,
son mis hijos, mis destellos,
son los retoños de mi alma,
que eternizarán mi cuerpo.
(REVERSIBLE)
Se divisó al arroyo despetalando auroras,
y en la mágica cumbre de un verso peregrino,
se besaban las lunas expirando gaviotas,
tornándose en florestas de arpégicos pistilos.
Sollozan las acacias extasiando a las rosas
hechizando a los cisnes de su lago de armiño,
y en el diáfano elixir de las faustas lisonjas
se estremece el encanto de los trémulos lirios.
Los rizos del oasis se mezclan con las sombras,
resuenan los rumores del crepúsculo altivo,
revientan los luceros danzando por las ondas,
encendiendo las briznas del vibrátil recinto.
En el lauro esplendente de esmeraldinas hojas
el aurífero ensueño se ahogó entre suspiros
fragantes de resedas de mieles seductoras,
el rubí de tus labios se opacó entre los míos.
(Puede leerse al revés)
Panal de inspiración, mago de luz,
galaxia de bondad, flor de la vida,
relámpago de amor, paz de la herida,
Salvador condenado en una cruz.
Antorcha de piedad, cántico eterno,
mar de perdón, oasis de armonía,
perfume de hermandad que en su agonía,
nos dió la libertad de los avernos.
Artífice de fe, fúlgida estrella,
paraíso de ensueños y catleyas,
paternal corazón que nos protege.
Príncipe de los cielos majestuosos,
arco iris de nardos deleitosos
que con sus manos los milagros teje.
Escuchando los cantos de las bellas sirenas,
se entorbellina el agua columpiando un navío
que avanza entre las olas, que padecen de frío,
y se agita una brizna con olor de azucena.
Y gozan los corales acariciando arenas,
divisando a los buques que se apartan sombríos;
las saladas espumas se mezclan con el río
frente a un golfo de ensueño que hace olvidar las penas.
Las olas van y vienen lastimando a las playas,
el sol se hunde en los mares en fúlgido paisaje,
adormeciendo el cáliz de las aguas saladas.
En la dorada arena junto a las altas ayas,
me acarician los vientos, y al emprender mi viaje
me despido lloroso de estas playas amadas.