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Presentación

  • : El blog de Sergio Esteban Vélez
  • : En este sitio, la cultura es protagonista. Se puede apreciar lo mejor del arte y de la literatura colombiana, a través de entrevistas a sus mayores representantes y de más de un centenar de artículos sobre el trabajo de los mismos. También hay un espacio para la Historia, la Política y la Lingüística, además de una compilación de la obra poética que el autor ha desarrollado desde su niñez, cuando ya publicaba libros y era admirado en su país como "el Niño Poeta".
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El color según los maestros

Guerra, Padura y Manet

23 mayo 2010 7 23 /05 /mayo /2010 10:28

 

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

El Color en el Arte Moderno Colombiano.  Págs. 120-125

 

Dora Ramírez nació en Medellín, en 1923.  Estudió Artes Plásticas en el Instituto de Bellas Artes, la Universidad de Antioquia y la Universidad Pontificia Bolivariana, de Medellín. 

 

Su obra se ha presentado en más de ochenta exposiciones, entre individuales y colectivas, en importantes salas de París, Nueva York, Washington, Bruselas, Hamburgo, Miami, México, San Juan de Puerto Rico, Curacao, Medellín, Bogotá y Cali, entre otras.  Descuella su exposición individual retrospectiva en la UNESCO, en París.  

 

Fue ganadora, en 1961, del I Premio Dibujo Artes Plásticas, en Medellín, y en 1965, del Premio Nacional de Artes Plásticas “Fabricato”.   Obtuvo también una beca como “artista en residencia”, en Boston Massachussets, en 1980.

 

Ha dirigido la ejecución de varios murales, en Medellín y ha desarrollado una profusa labor de gestión cultural en su ciudad, como miembro de importantes juntas culturales, a través de cuatro decenios.  La sala de exposiciones de la Universidad Autónoma Latinoamericana, de Medellín, lleva el nombre de “Dora Ramírez”. 

 

Ha recibido diversas condecoraciones.  Su obra está presente en numerosos museos y colecciones sobresalientes de Colombia, Estados Unidos y otros países, y ha sido comentada en importantes publicaciones del mundo, como la prestigiosa revista “Domus”, dirigida por el crítico francés Pierre Restany.

 

El famoso crítico cubano José Gómez Sicre, quien llevó su obra a exponer en el museo de la OEA, en Washington, escribió sobre ella que: “La obra de Dora Ramírez es un homenaje al vivir.  Es luz, afirmación, es alegría.  Nada hay que lleve a la descripción de anécdotas ni a consagrar situaciones sentimentales.  Es pintura por sí, porque sí.  Plana, de tonos crudos y bordes afilados, no pretende engaños visuales ni se propone trascender en busca de filosofías.  De ahí su claridad y su franqueza; esa aspiración a lo llano y a la verdad, hace que se asocie con lo primitivo, sin ser primitiva.  No está empeñada en la descripción de la realidad por sí misma.  En cambio, la usa, con veracidad y destreza técnica, para extraerle brillantez y para darle un impulso agigantador, un hálito de monumentalidad.  Con estos elementos se hace la buena pintura y en ello está comprometida”.

 

Dora Ramirez

 Sergui Esteban Vélez, Dora Ramírez y Olga Elena Mattei

 

S.E.V. ¿Cómo definiría el colorido en la obra de Dora Ramírez?

D. R. El colorido en mi obra es como un sentir.  Yo he obrado en el color, por el sentimiento, y se lo influí mucho a mis alumnos, durante veinte años, en los que yo les decía: “Sienta el color.  Si usted siente que hay un color que lo está llamando, tome ese color y úselo.  No piense que ese color no va con el otro”.  Sentir el color es como una explosión del “yo interior”, que aparece en la obra. Y eso es lo que yo he hecho, aunque parezcan atrevidas algunas mezclas.  Como decía un gran educador, hay que “llegar a ser quien eres”, entonces, yo el colorido, aunque lo he estudiado, no lo aplico por teoría, sino por sentimiento.

 

S.E.V. ¿Por qué ese juego tan profuso, a lo largo de tu carrera, con los colores primarios?

D. R. Porque me parece lo más cercano a lo más puro y a la verdad.  Los colores primarios son de donde uno parte para hacer los demás colores, son su base, son como los más puros y, además, son muy acordes con nuestra cultura y con lo que nosotros somos.  En el Arte, uno debe manifestar las raíces de su cultura, y la nuestra es llena de color, de riqueza, de naturalidad, es muy primitiva y la siento en esos colores.

 

S.E.V. ¿Qué decía Marta Traba del color en su obra?

D. R. De Marta Traba tengo un comentario muy elogioso.  Habla de que yo fui la pionera en Colombia en la estridencia del color.  Para mí fue muy importante y muy estimulante, porque yo a Marta la valoraba mucho, como una persona muy inteligente y muy objetiva y que le hizo mucho bien al Arte en Colombia. 

 

S.E.V.¿Qué es lo que más resaltaría del color en su famosa serie de los “Mitos”?

D. R. La vitalidad, que puede dar una dimensión del color en nuestra tierra, de la fuerza y la sinceridad y la alegría y energía del color en Colombia.

 

S.E.V. ¿Por qué las caras blancas? 

D. R. Es para tratar de llegar al alma de la persona.  Si uno empieza a poner sombras y rosados... se pierde cierta cosa espiritual, llegar al alma de la persona, que es a lo que yo pretendo llegar cuando pinto un retrato

 

S.E.V. Usted, cuando prevé pintar un retrato, realiza una investigación de la vida del personaje. ¿Ha pretendido, por medio del color, mostrar la esencia misma de estos individuos?

D. R. Sí.  Estudio mucho.  Cuando pinté a Manuela Sáenz, me leí todas sus biografías.  Lo mismo pasó con Bolívar.  Y para sorpresa mía, cada biografía presentaba una verdad distinta, pero uno va sacando su propia conclusión de esa mezcla de criterios, anécdotas y calumnias y uno llega a encontrar su propia visión del personaje y eso es lo que se prosigue a transmitir en el retrato.

 

S.E.V. ¿Hay en el colorido de su obra alguna relación con el llamado “mal gusto” de la antioqueñidad?

D. R. Pues, yo no creo que sea mal gusto.  Yo lo considero buen gusto.  El color puro, como su nombre lo indica, es más puro y, al serlo, es más cercano a la verdad. 

 

S.E.V. Mujeres coloristas colombianas.

D. R. Ahora hay muchas mujeres trabajando muy bien.  Ethel Gilmour, me encanta, por su color, su gracia, su poesía.  Uno no duda que esas obras con esos temas tan del común y corriente son arte y se convierten, a la vez, en Poesía.  Me gusta también Marta Elena Vélez.  Y, fuera de Débora Arango, que es una figura muy valiosa, hay muchas otras mujeres. Yo, por ejemplo, en la muestra de “Vírgenes” de las estaciones del Metro, que dirigí, incluí a Olga Lucía Gutiérrez, Lucía Sánchez, entre otras. Seguramente, se me olvidan muchas.

 

S.E.V. Su yerno Manuel Mejía Vallejo escribió la novela “Aire de Tango”, llevada a escena por su hija, sus nietas y usted, y que han presentado en varios países.  Usted se ha hecho famosa por su obra “Homenaje a Gardel”, que ha sido tomada como modelo para el telón de boca del Teatro Pablo Tobón Uribe, de Medellín.  En su casa, todos bailan tango.  Usted baila tango más de una hora diaria y ha sido invitada, por el Banco Interamericano de Desarrollo, a bailar tango, en los Estados Unidos. ¿Cuáles son, para usted, los colores del tango?

D. R. Empecemos por el rojo, que es pasión, que es vida, energía, como la fuente del movimiento.  Ese es uno de mis colores favoritos y creo que expresa mucho del sentir del Tango, de esa cosa melancólica, pero vital y alegre, al mismo tiempo.  Sí, el rojo sería el primer color del tango.

 

S.E.V. ¿Por qué adoptó la paleta y la planitud y uniformidad de los colores del Pop Art?

D. R. Por la veracidad.  José Gómez Sicre, que hizo un análisis de mi obra, que me gustó mucho, precisamente se refería a eso: a lo veraz.  En el color plano, sin sombras, se siente más la verdad

 

S.E.V. Explíquenos cómo usted logra ese movimiento en muchas de sus obras, a pesar de usar colores tan planos.

D. R. Eso es muy estudiado.  Yo siento una fascinación muy grande por las telas y por todo lo que se mueve...  Poder transmitir eso, en un cuadro, ha sido uno de mis objetivos,  y para lograrlo, el color, que en mi obra es por impulso, por sentir, en este caso sí es muy estudiado,  Trabajo mucho con la Geometría, para dar la sensación de vuelo, porque como yo no me valgo de las sombras, me valgo, entonces, de las formas. 

 

S.E.V. Hablemos de la relación dibujo-color, en su obra.

D. R. Me apasiona el dibujo, me gusta mucho trabajarlo y me gustan los resultados que he tenido.  Siempre recuerdo la frase de Botero, ante un dibujo mío que es premiado y que nunca he querido vender: “Es una obra maestra”.  Eso, para uno es muy estimulante, sobre todo, cuando esa crítica viene de una persona en la que uno tanto cree y que uno sabe que no lo dice por hacer halagos, sino porque siente lo que dice. 

 

S.E.V. Hablemos de ese estilo colorístico novedoso que ha desarrollado su hijo, José Víctor Echeverría, y que ha sido tan apreciado por galeristas y curadores en los Estados Unidos.

D. R. Para mí, él es el colorista máximo.  Me dirán que uno siempre habla bien de los hijos, pero en esto han estado de acuerdo críticos muy reconocidos.  Él hizo aquí una exposición de fachadas de casas antiguas y él no les ponía el color que tenían, sino el que él sentía.  Él trabaja, como yo, el color sentido.   Entre las críticas favorables que le han hecho, un crítico reconocido decía que él es “el surrealista del color”, y yo cada vez que veo una obra de él, pienso en eso, porque sus colores son muy misteriosos y tienen mucha magia.

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