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Presentación

  • : El blog de Sergio Esteban Vélez
  • : En este sitio, la cultura es protagonista. Se puede apreciar lo mejor del arte y de la literatura colombiana, a través de entrevistas a sus mayores representantes y de más de un centenar de artículos sobre el trabajo de los mismos. También hay un espacio para la Historia, la Política y la Lingüística, además de una compilación de la obra poética que el autor ha desarrollado desde su niñez, cuando ya publicaba libros y era admirado en su país como "el Niño Poeta".
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El color según los maestros

Guerra, Padura y Manet

17 mayo 2009 7 17 /05 /mayo /2009 04:51
El Mundo, 7 de Noviembre de 2007

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

Este 11 de noviembre, en la celebración del centenario del nacimiento de Débora Arango Pérez, evocamos a uno de los símbolos de la revolución social, femenina y artística del país.

Sin duda, es la gran irreverente del Arte Antioqueño. No en vano el presidente Samper la calificó como la “más grande mujer del Arte Colombiano” y comparó su altivez con la de su cantante favorita, Violeta Parra.

Esta eterna incomprendida nació en Medellín (pero se le considera envigadeña), el 11 de noviembre de 1907. Se inició en el inmensurable mundo de las Artes, como alumna del Instituto de Bellas Artes, donde Eladio Vélez, recién llegado de Europa, le dio las primeras preceptivas, que, sin embargo, Débora consideró algo “pacatas”, pues el maestro no dibujaba desnudos, el principal objetivo de la artista, quien deseaba iniciar una obra estrechamente relacionada con la interpretación de la vida y la realidad. Diría al respecto que: “En mi concepto, el arte no tiene que ver con la moral: un desnudo es la naturaleza sin disfraces, tal como debe verla el artista”, “Un cuerpo humano puede no ser bello, pero es natural, es real, con sus defectos y deficiencias”.

En los años 30, se encontró con el nacionalismo de Pedro Nel Gómez y se inscribió en su grupo de alumnas. Gómez le dejó elementos que la identificarían con él a lo largo de su carrera. Años después, se produjo un distanciamiento entre ellos. Pedro Nel, de manera egoísta, se negó a enseñarle (a todo el que se lo pedía) la técnica del fresco. Pero en 1946, Débora aprendería esta técnica, en México.

En relación con Gómez, después de su ruptura, Débora diría que: “Él pinta la figura humana muy fea. Una cantidad de indios y mujeres. Tenía mucha idea de lo que hacía, pero pintaba muy feo (...) él no era bueno para el color”

Paradójicamente, hay muchos conocedores que ven como de mal gusto el feísmo de Débora. Recuerdo especialmente una cena con Enrique Buenaventura, en la cual el prolijo dramaturgo aseveró que ella “nunca ha sido buena pintora, si es que se le puede llamar pintora. Picasso, que sí era un genio, primero dominó la Academia, para luego estallar y revolucionar el arte mundial. Pero esa señora siempre pintó mal”.

En 1940, por invitación de Jorge Eliécer Gaitán, hizo su primera exposición individual, en el Teatro Colón de Bogotá, la cual sería ferozmente atacada por Laureano Gómez, quien logró el cierre de la muestra. Es famosa la disputa entre Gómez y Gaitán, curtidos contendores, por cuenta de esta joven pintora de “brochazos lúbricos”, “obras impúdicas que ni siquiera un hombre debía exhibir”, de “lienzos apenas dignos de figurar en una casa de Venus” En 1954, otra de sus exhibiciones fue censurada, esta vez en Madrid, por órdenes del ultracatólico “Generalísimo” Franco.

Bien recordadas son sus obras, en alusión a la hecatombe del “Bogotazo”, y después, las satíricas sobre la caída de Laureano Gómez, el gobierno de Rojas y la ascensión de la Junta Militar. Representar a Gómez como una rata y a los quíntuples militares como micos, no obtuvo buen recibimiento. Y Peor fue la reacción, cuando pintó un monje en una bacinilla, una monja embarazada, un sacerdote con una prostituta... ¿Qué habría pensado Laureano, si hubiera sabido que, 40 años después, le impondrían dos veces la Cruz de Boyacá a Débora?

En los 60, dejó de pintar, “por motivos de salud”. Se aisló por completo del medio y se encerró en su Casablanca, con su hermana Elvira.

Su reivindicación sería en 1984, cuando el MAMM mostró 205 obras suyas. Esta exposición la sacaría del olvido y la pondría, nuevamente, en un primer plano en el ámbito de las Artes nacionales.

Gracias a este “boom”, el gobernador Nicanor Restrepo le concedió el Premio a las Artes y a las Letras, y a este homenaje siguieron muchos otros, interminables de enumerar.

Lo valioso de su obra es la denuncia social y el testimonio crudo de un período histórico, con la inusual representación de personajes sórdidos o marginales y de fenómenos como la trata de blancas o las matanzas de la época de la violencia partidista.

Impulsora de los derechos políticos de las mujeres, sus desnudos femeninos y su eterna soltería, hicieron cada vez mayor el rumor de su supuesto lesbianismo, el cual no se afanaría por desmentir.

Pero su amor verdadero fue el de Dios. A pesar del rechazo de la Iglesia hacia su obra, fue una cristiana convencida, de comunión diaria, siempre con un crucifijo en su pecho. Acerca de esto, la ex canciller Noemí Sanín, destacando que ella nunca se había apartado de su propia verdad, señaló que: “ella, la más cristiana, que estuvo a punto de la excomunión, la más recta de las ciudadanas, fue acusada de inmoral, y en vez de enfrentarse a polémicas inútiles, se encerró en su casa y prosiguió el silencioso trabajo que tanta algarabía despertaba fuera de su estudio”.

Desprendida de lo terreno, el 4 de diciembre de 2005, Débora se encontró definitivamente con su gran amor.

 

 


http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección%20A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=68905&imagen=&vl=1&r=buscador.php&idedicion=799
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