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SERGIO ESTEBAN VÉLEZ
El Mundo, 16 de noviembre de 2011
Hay muchas maneras de saltar a la plataforma internacional. Lo saben bien los artistas, los deportistas, los escritores. También los periodistas. Por lo general, cualquiera de estas personas sale a la palestra no desde un trampolín de poca altura, sino tras trepar una larga cuesta y con arduo esfuerzo.
A pesar de que como poeta, he tenido la satisfacción de ver, desde hace más de un decenio, mi trabajo divulgado en publicaciones de diversos países, lo que yo menos esperaba era que, a pocos años de haber comenzado mis labores como columnista y reportero en la prensa local de mi país, mis textos periodísticos fueran a salir destacados en la prensa internacional.
Pero lo que mucho menos imaginaba era que iba a llamar la atención de un gobierno extranjero, de manera absolutamente insospechada y por profundas razones políticas.
Más extraño aún, por ser héroe de batallas que ni siquiera he acometido.
Aficionado como he sido desde siempre a la genealogía, el año pasado, publiqué en estas mismas páginas una columna sobre los ancestros de la canciller María Ángela Holguín, con la intención sincera de recordar el liderazgo de los ilustres antepasados de la señora ministra y de mostrar cómo, por genética, ha sido bendecida con el don de la diplomacia y de la excelencia en la gestión pública.
Y cuál no sería mi sorpresa cuando, el pasado jueves, recibí una llamada de un amigo, para informarme sobre la aparición en el diario Ciudad Caracas, impreso por la alcaldía de la capital venezolana, de un artículo en el cual, bajo el título de “La saga oligárquica colombiana”, aseguran que mi trabajo “ilustra cómo la oligarquía controla Colombia, más parecida a una monarquía que a una república” y me hacen quedar como un enemigo de “la aristocracia”. A continuación, copian casi la totalidad (largos fragmentos descontextualizados) de mi artículo sobre la Canciller y, para rematar, publican “lo mío” al lado de notas de clara tendencia comunista, incluyendo un artículo que exalta un libro de homenaje a la guerrilla.
Como si fuera poco, al día siguiente, el Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología de Venezuela reproduce en su página web el artículo de Ciudad Caracas sobre mi texto, ¡acompañado de una imagen que reza “La lucha por la Independencia continúa“! Otras páginas afines a la “revolución bolivariana” también lo difundieron, al lado de notas defendiendo a Gadafi o lamentando la muerte de ‘Alfonso Cano’.
Otra persona, ducha en las lides políticas y en los duelos judiciales, tomaría ventaja de este suceso e instauraría una demanda por millones de pesos o de bolívares. Yo, sin embargo, no quisiera entrar en semejantes procesos. Pero lo que sí deseo hacer es dejar constancia de que nunca he compartido las ideas ni aprobado los procedimientos del comunismo, de que los mencionados medios del vecino país reprodujeron mi texto sin mi consentimiento y de que tales medios le dieron una interpretación diferente a la inicial y con malicia publicaron dicha interpretación errada, haciendo ver como si yo estuviera en batallas de resentimiento y de odio de clases frente a esa “oligarquía” contra la que ellos “luchan”.
¿Hasta dónde puede llegar la libertad de hermenéutica de los medios? ¿Cómo lograr que, por amparar la libre interpretación, no se termine manipulando la información, y, como en este caso, cambiándole a un artículo el contexto y el propósito?