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Presentación

  • : El blog de Sergio Esteban Vélez
  • : En este sitio, la cultura es protagonista. Se puede apreciar lo mejor del arte y de la literatura colombiana, a través de entrevistas a sus mayores representantes y de más de un centenar de artículos sobre el trabajo de los mismos. También hay un espacio para la Historia, la Política y la Lingüística, además de una compilación de la obra poética que el autor ha desarrollado desde su niñez, cuando ya publicaba libros y era admirado en su país como "el Niño Poeta".
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El color según los maestros

Guerra, Padura y Manet

4 diciembre 2010 6 04 /12 /diciembre /2010 20:51

 

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

El Mundo, 24 de noviembre de 2010

 

 

El poeta antioqueño Luis Flórez Berrío, acaba de ser enaltecido en Bogotá con el galardón “Lauro de Oro”, máximo honor que concede el Récord Nacional e Internacional de Poesía. 

En la decimoséptima versión de este evento, de seis días de duración, que convocó a poetas de Colombia, España, México, Argentina y Ecuador, se rindió homenaje al trabajo poético que Flórez Berrío ha desarrollado a lo largo de 70 años (empezó a escribir a los 13) y, en ceremonia solemne en el Hotel La Fontana, se le hizo entrega del “Lauro de Oro” 2010.  En años anteriores, este mismo honor ha sido recibido por poetas autores colombianos de la talla de Matilde Espinosa, Meira Delmar, Dora Castellanos, Silvia Lorenzo, Fernando Soto Aparicio y José Luis Díaz Granados. 

La versátil obra de Luis Flórez Berrío está compuesta por más de 2.000 poemas, la mayoría de estos conformes a la preceptiva de la poesía clásica.  Su dominio magistral de las formas líricas le ha permitido innovar en la creación de nuevos modelos poéticos.  Es así como, de sus búsquedas, son producto novedades como la poesía reversible (que puede leerse al revés), el soneto bisílabo y el verso sin sinalefas. 

Aunque de su lira son fruto poemarios de excelencia, como “Ecos”, “Al compás de la espera”, “Testigo soy”, “Incendio al fondo”, “Mientras llega la hora”, “Bajo los hongos”, “El umbral de la Paz”, “Filigranas de luz” y “Llamaradas” (además de la novela “Los hipócritas”), es conocido principalmente por ser el autor del poema “La paz cansada”, el cual no sólo es el mejor de los más de cien que ha dedicado al tema de la paz, sino también de todos los poemas que se hayan escrito al respecto en nuestro desangrado país.

La producción poética de Flórez ha merecido el elogio y la admiración de muchos de sus colegas de más prestigio.  Uno de ellos, el emblemático “Poeta de la Raza”, Jorge Robledo Ortiz, se refiere a Flórez Berrío en los términos siguientes: “En cuanto a la poesía social, humana, rebelde, desnuda, constante, metafórica, realista, brillante, hecha con el corazón y con el alma, no hubo ni habrá en el mundo un poeta tan claro y tan hondo como Luis Flórez Berrío. No le hacen justicia por egoístas y por envidiosos. Sin embargo, lleva más de 45 años haciendo cultura literaria”.

Para terminar, nada mejor que dejarlos con “La paz cansada”: “La paz no tiene paz, nació cansada,/ creció enfermiza y navegó en la sombra,/ Dios que la quiso tanto no la nombra/ y en sus milagros la dejó olvidada./ Todos la piden blanca y es morena.../ desconoce la voz de los pastores,/ no ha podido apoyarse en los amores/ ni desprenderse de su propia pena

La paz ni en los ministros parroquiales/ con su bíblico símil de paloma;/ la paz ni en la penumbra que se asoma/ callará sus lamentos desiguales./  No la tiene el poeta ni el gitano,/ ni el mago, ni el monarca, ni el coloso;/ ni siquiera la tiene el perezoso.../ o el enfermo... o el triste... o el profano./

¿Qué ha sido nuestra paz...? ¡Puerto sitiado!/ Barandal de impresión, fragmento raro,/ trapecio de crueldad, costa sin faro/ ¡y efímero capricho desvirtuado!/ La paz con su desplante de querella,/ fingiose catedral de fantasía; / y el Hombre- Dios, que de la paz venía,/ nació sin paz y falleció sin ella”.

Punto aparte: Gustavo Estrada, el pasado jueves, en su columna de El Tiempo,  “¿Promueve el idioma español el ‘yo no fui’?”, se interroga acerca de si el uso corriente de algunos modos de nuestra lengua contribuye a la evasión de la responsabilidad personal.  Estrada menciona, por ejemplo, que con frecuencia decimos "se me olvidó tu nombre", en vez de "olvidé tu nombre" y se pregunta: “¿Cuántas veces escuchamos "se me pegaron las cobijas", "se me perdieron las llaves" o "me dejó el avión" y no, como sería más apropiado, "estoy retrasado", "extravié las llaves" o "perdí el avión"?”.

Según Estrada, esta costumbre nuestra de cambiar las frases para que queden en una voz pasiva que nos libere de culpas podría tener alguna influencia en la sistemática impuntualidad o en la falta de compromiso de muchos hispanohablantes.

Cuando leí la interesante columna de Estrada, recordé que reflexiones similares han pasado por mi mente, cuando he analizado algunas estructuras propias de la lengua francesa. 

Pero la particularidad francófona radica en que ellos, en sus frases, no omiten la responsabilidad de los hechos, sino que las construyen con intenciones y resultados contrarios: inculpándose a sí mismos.  Ellos asumen indirectamente la culpa de lo que podría imputarse a otros. 

Por ejemplo, en vez de decir “On m’a volé” (me robaron), dicen: “Je me suis fait voler” (me hice robar), y cuando se refieren a una mujer que sufrió una violación, no aseveran que “elle a été violée” (fue violada), ni que “on l’a violée” (la violaron), sino que “elle s’est fait violer” (ella se hizo violar).  Y si un marido llega a la casa con la noticia de que lo echaron del trabajo, anuncia a su mujer: “Je me suis fait renvoyer” (me hice despedir). 

Es posible que esta singular forma francófona haya sido alimentada por la doctrina de algunos filósofos franceses que hacían énfasis en que el individuo debía asumir plenamente sus culpas.

Tiene razón Estrada cuando dice que el trasfondo de esta clase de formulaciones idiomáticas debería ser objeto de investigaciones acuciosas por parte de lingüistas, sociólogos y psicólogos.

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