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Presentación

  • : El blog de Sergio Esteban Vélez
  • : En este sitio, la cultura es protagonista. Se puede apreciar lo mejor del arte y de la literatura colombiana, a través de entrevistas a sus mayores representantes y de más de un centenar de artículos sobre el trabajo de los mismos. También hay un espacio para la Historia, la Política y la Lingüística, además de una compilación de la obra poética que el autor ha desarrollado desde su niñez, cuando ya publicaba libros y era admirado en su país como "el Niño Poeta".
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El color según los maestros

Guerra, Padura y Manet

17 mayo 2009 7 17 /05 /mayo /2009 05:20
El Mundo, 15 de Febrero de 2008

SERGIO ESTEBAN VÉLEZ

Corre veloz por la pradera verde, con la que ha comulgado desde que nació. Feliz explora la naturaleza y goza con el contacto de las hojas. Los hombres han querido que sea fiero, pero su espíritu es limpio y cándido. Un día, peones sucios lo toman con lazos, golpeándolo, lo obligan a subir a un incómodo camión, y él, invadido de pánico, sufre en la oscuridad del interior. Así comienza el trayecto que lo llevará a un edificio, templo de la muerte, que evoca las antiguas edificaciones andaluzas.

Allí, lo aíslan, en un cubículo lóbrego, hasta que, días después, de pronto, abren la puerta: él corre para escapar, pero se encuentra con un círculo de graderías atestado de gente que vocifera, y con un cerco rojo, que lo tiene encerrado todavía, y aparece un hombre, disfrazado como si fuese un payaso.

El ruido lo inquieta, presiente la tribulación. Le arden los ojos, está casi enceguecido, a causa de un químico que le rociaron.

Él quiere huir y corre, corre incansablemente, cerca de las vallas rojas, buscando la salida. Pero no, cada vez que se acerca a la libertad, aquel hombre, manipulándolo, abusando de su inocencia, le entierra un punzón largo, agudo, en su espalda. Él no puede comprender el porqué de este intenso ataque que lo estremece en dolor. Sigue corriendo, anhelando la salvación. Trata de defenderse del asesino. Pero este sigue insertándole chuzos infernales, que hacen que de sus ojos salgan incontenibles lágrimas.

Cada vez que el verdugo desalmado le hace alguna tortura, la muchedumbre, feliz, grita, se retuerce de gozo, y beben manzanilla, cantando la seguidilla, como en un cuadro siniestro del cuarto acto de la Carmen de Bizet.

El destino sangriento es inapelable. Su dorso está empapado en sangre, sus ojos empañados, su mente blanca, su figura acorralada. Ya nada puede hacer.
Lucha, persiste, no se rinde su espíritu vigoroso; pero sus contrincantes (ahora son varios) se deleitan, cada vez que lo azuzan, lo flagelan, lo hieren, lo desgarran, lo vulneran. Hasta que al fin, la diabólica horda de espectadores ebrios, ansiosos de holocausto, exige la culminación del sacrificio.

Y cuando la espada, larga, fría, llega hasta su médula, él se desploma sobre la arena, lanza un gemido infinito y se retuerce de dolor. Y al ver su agonía, la muchedumbre celebra.

Este ritual satánico no está permitido en ninguno de los países realmente civilizados. Por eso, aprovecho estos días de temporada taurina para sumarme a los movimientos antitaurinos de Colombia y demás grupos defensores de la naturaleza, que, a pesar de las frecuentes prohibiciones que han gestionado poderosos empresarios para entorpecer su apostolado, no han desfallecido, ni han permitido que la mordaza ahogue su protesta.

Verdaderamente doloroso es verificar que la Ley Colombiana de Protección a los Animales (Ley 84 de 1989, que se supone debería ser la carta de salvación para los “animales no humanos” torturados y exterminados) contempla una serie de excepciones indudablemente contradictorias y discraminativas. Esta ley, que bien condena herir o lesionar a un animal por golpe, quemadura, cortada o punzada, o con arma de fuego; causar la muerte innecesaria o daño grave a un animal obrando por motivo abyecto o fútil; convertir en espectáculo público o privado el maltrato, la tortura o la muerte de animales adiestrados o sin adiestrar, incluye en su texto las siguientes excepciones inadmisibles: “Quedan exceptuados (de esta ley de protección) los animales utilizados en el rejoneo, coleo, las corridas de toros, novilladas, corralejas, becerradas y tientas, así como las riñas de gallos y los procedimientos utilizados en estos espectáculos”.

Los grupos pacifistas antitaurinos, a través de comunicaciones llenas de información de interés psicológico y sociológico, han levantado su voz, asimismo, para denunciar cómo esta fiesta macabra transgrede y atropella no sólo los derechos de los animales, sino también los de los niños. Derecho a crecer en un ambiente sin violencia, de equilibrio psíquico y emocional; a no presenciar ni participar en actos de tortura y muerte; a recibir de los mayores ejemplo de bondad...

No puede comprenderse cómo es posible que en espectáculos de bestialidad e incultura, como los “festivales” taurinos, sea recurrente la presencia de menores de edad, especialmente teniendo en cuenta el excesivo consumo de licor habitual en los concurrentes.

Es necesario continuar la lucha para que, mientras se logra una restricción sustancial a los procedimientos de tortura de estas ferias, por lo menos se prohíba a los adultos llevar niños a las plazas de toros, donde se exalta y aplaude la crueldad y se convierte el acto de torturar, matar y emborracharse en ejemplo a seguir.

 

 


http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección%20A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=76864&imagen=&vl=1&r=buscador.php&idedicion=899
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